Educad en la sencillez de Cristo
El Señor nos ha ordenado que en nuestras instituciones de edu-
cación siempre debemos procurar que se alcance la perfección de
carácter que se ve en la vida de Cristo y en la instrucción que dio
a sus discípulos. Habiendo recibido nuestra comisión de la más
alta autoridad, debemos educar, educar, educar en la sencillez de
Cristo. Nuestro objetivo debe ser alcanzar la más alta norma en
todo ramo de nuestra labor. El que sanó a miles con un toque y una
palabra es nuestro Médico. Las preciosas verdades contenidas en sus
enseñanzas deben ser nuestra guardia frontal y nuestra retaguardia.
La norma establecida para nuestros sanatorios y escuelas es muy
elevada, y una gran responsabilidad descansa sobre los médicos y
maestros relacionados con estas instituciones. Deben hacerse es-
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fuerzos para conseguir maestros que instruyan de acuerdo con la
forma de enseñar de Cristo, considerando esto de más valor que
cualquier método humano. Que tales maestros honren las normas
educativas establecidas por Cristo y que al seguir su instrucción, den
a sus estudiantes lecciones en fe y en santidad.
Cristo fue enviado por el Padre para representar su carácter y
voluntad. Sigamos su ejemplo al trabajar para alcanzar a la gente
donde esté. Los maestros que no son minuciosos en armonizar con
las enseñanzas de Cristo, que siguen las costumbres y prácticas de
los médicos del mundo, no actúan de acuerdo con lo que el Salvador
nos ha encomendado.—
Carta 60, 1910
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