La cura mental santificada
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hija habría muerto de una imaginación enfermiza si ambas no se
hubieran convencido del error que estaban cometiendo. Ella se había
estado educando a sí misma en el invalidismo. Por supuesto, ésta es
una escuela muy pobre. Pero le dije: “Cambie este orden de cosas:
levántese y vístase”. Ella fue obediente, y hoy está viva.—
Carta 231,
1905
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