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otros”. Ese amor no lo conocieron ellos hasta que vieron a Cristo
doliente y moribundo sobre la cruz del Calvario. El nuevo manda-
miento del amor se dio en beneficio de los débiles, los desdichados
y los desvalidos.
Para el corazón de Cristo, la presencia misma de una dificul-
tad era un pedido de ayuda. El pobre, el enfermo, el desolado, el
desechado, el desanimado y el desalentado hallaron en él un Salva-
dor compasivo, un Sanador poderoso. “No quebrará la caña cascada,
ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá
justicia”. Cristo identifica sus intereses con los de la humanidad
doliente, y nos dice que cualquier cosa que hagamos para aliviar a
alguien que sufre, lo hacemos por él...
Hay grandes lecciones que deben aprender todos los que mi-
nistren para Cristo. El sello del sábado debe estar sobre el pueblo
guardador de los mandamientos de Dios. El sábado, si se guarda
en el espíritu de una verdadera obediencia, mostrará que todos los
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mandamientos de Dios deben practicarse, “para que sepáis que yo
soy Jehová que os santifico”.
La fuente de la habilidad del médico
El Señor tiene su vista colocada sobre todo ser humano, y tiene
sus planes con relación a cada uno. Desea que sus hijos obedientes a
sus mandamientos sean un pueblo distinguido, que practique los san-
tos preceptos especificados en su Palabra. Desea que los miembros
de la profesión médica excluyan de su práctica todo lo que se ha
introducido en ella por causa del egoísmo, la avaricia y la injusticia.
Él ha otorgado sabiduría y destreza a los médicos, y requiere que
nada con sabor a robo y a injusticia sea practicado por aquellos que
hacen de la ley de Jehová la regla de su vida. Él ha creado, por sus
propios medios, material que restaurará al enfermo a su salud. Si los
hombres utilizaran correctamente la sabiduría que Dios les ha dado,
este mundo sería un lugar que se asemejaría al cielo...
Todos necesitamos una confianza en Dios más elevada, más pura
y más santa. Todo médico debe ser fiel y honrado; no debe defraudar
en ningún caso a sus pacientes. Si él realiza una operación sencilla,
debe cobrar un precio módico. Lo que otros médicos practicantes
cobren no debe convertirse en su criterio. Los cuerpos enfermos