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El Ministerio Médico
Que todos los que están vinculados con la institución como auxi-
liares tengan en mente las palabras de la inspiración: “La sabiduría
que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable,
benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidum-
bre ni hipocresía”. Cuando paséis por alto a alguien que requiere
vuestra simpatía y actos caritativos y no se los otorgáis, sino que os
volvéis hacia los descarados y vertís sobre ellos vuestros favores,
recordad que insultáis a Jesús en la persona de sus afligidos. Él
dice: “Tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me
disteis de beber;... estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo,
y en la cárcel, y no me visitasteis”. Y cuando los que oigan esto,
sorprendidos, pregunten: ¿Cuándo te vimos a ti en tal situación?”,
viene la respuesta: “En cuanto no lo hicisteis a uno de estos más
pequeños [afligidos que necesitaban vuestra simpatía], tampoco a
mí lo hicisteis”. “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino
los enfermos”. Los ricos no necesitan de vuestros favores, sino los
pobres. Los heridos, magullados y lisiados del rebaño están entre
nosotros, y éstos prueban el carácter de los que proclaman ser hijos
de Dios.
Cuando se guía a otros a la perdición
Los ángeles de Dios contemplan el desarrollo del carácter. Ellos
pesan el valor moral. Si usted dedica sus atenciones a los que no tie-
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nen necesidad, les hace daño a esas personas y recibirá condenación
en vez de recompensa. Recuerde que cuando por su conversación
desciende al nivel de los caracteres frívolos, los está animando en la
senda de la perdición. Sus atenciones imprudentes pueden convertir-
se en la ruina del alma de ellos. Usted degrada sus conceptos de lo
que constituye la vida y el carácter cristianos; confunde las ideas de
ellos y graba impresiones que nunca se pueden borrar. El daño que
de esta forma se ocasiona a las almas que requieren ser fortalecidas,
refinadas y ennoblecidas es a menudo un pecado para muerte. Ellos
no pueden asociar a estos hombres con las posiciones sagradas que
ocupan. Consideran a los ministros y dignatarios de la iglesia como
personas que no son mejores que ellos mismos. Entonces, ¿dónde
está el buen ejemplo?