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El Ministerio Médico
sólo cuando se une con la Fuente de todo poder, pureza y elevación
del carácter.
Hay médicos de mente áspera y aun sensual. Dios no permita
que éste sea el carácter de uno que dice creer en la verdad sagrada.
El Espíritu de Dios nos resguardará de todo mal y nos proveerá
una apreciación de las cosas espirituales y eternas. Las verdades
solemnes que profesamos santificarán el alma si las llevamos al
santuario interior del corazón. Oh, que todos los médicos sean lo
que Dios quiere: puros, santos, inmaculados, escudados por la gracia
de Dios y sabiendo que Cristo es su Salvador personal.
Tenga siempre en mente, doctor, que el cuarto del enfermo es un
lugar donde siempre se deben manifestar la cortesía, delicadeza y
gentileza cristianas. No debe haber el más mínimo comportamiento
plebeyo. Las acciones del médico dejan impresión: los tonos de su
voz, la expresión de su rostro y todas sus palabras son pesados por
el paciente. Todo movimiento es escudriñado.
La gratitud se dirige a Dios
Si el inválido siente alivio del dolor y vuelve, por así decirlo, de
la muerte a la vida, se siente inclinado poco menos que a adorar a
quien él considera que le ha salvado la vida. Rara vez piensa que
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Dios es quien ha logrado este resultado por medio de los agentes
humanos. Este es el momento oportuno para que Satanás venga e
induzca al médico a exaltarse a sí mismo en lugar de elevar a Cristo.
Jesús dice: “Separados de mí nada podéis hacer”.
Usted debe guiar al paciente a que contemple a Jesús como el
Médico del cuerpo y el alma. Si el médico tiene el amor de Cristo en
su propio corazón, utilizará su influencia para colocar al Poderoso
Sanador delante del enfermo. Él puede dirigir los pensamientos,
la gratitud y la alabanza a la Fuente de todo poder, misericordia
y bondad. Si no lo hace, está desaprovechando una de las más
preciosas oportunidades. ¡Oh, qué oportunidad de que el médico
cristiano ejerza sus talentos para la gloria de Dios, y así dejarlos a
los banqueros para que los multipliquen y los envíen de vuelta al
cielo como un amplio rayo de luz en alabanza y acción de gracias
para Dios por su misericordia y su amor! ¡Oh, qué oportunidades
para sembrar en el corazón la semilla que llevará fruto para santidad!