Una apelación a ejercer más simpatía
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El que ama a Dios en forma suprema, de todo corazón, con toda
el alma, la mente, el poder y la fuerza, amará a su prójimo como a sí
mismo y se esforzará por hacer el máximo de bien. No perderá ni
una oportunidad de colocar al Señor ante los afligidos.
Las falsas ideas de la etiqueta
Hay falsas ideas de firmeza y de etiqueta, que llevan al descuido
de los deberes sagrados. La etiqueta del mundo, que estorba la
salvación de las almas de las personas, debe descartarse. Nuestro
estudio constante debe ser cómo seguir en la mejor forma el ejemplo
de Cristo y fomentar su gloria. La conexión con Dios lo es todo.
Cristo logra en su sentido más pleno lo que el médico sólo intenta
hacer... El médico trabaja con celo para prolongar la vida. Cristo es
el dador de la vida.
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¿Quién ha habilitado al médico con la razón y la inteligencia?
Aquel que es la verdad y la vida. El aplica el bálsamo de Galaad. Él
es el gran Restaurador. Él es el que ha vencido la muerte en repetidas
ocasiones, y quien garantiza la vida eterna: Dios sobre todos. Si el
médico ha aprendido en la escuela de Cristo, a la vez que ministra
a los cuerpos enfermos, velará por las almas, como quien debe dar
cuenta de ellas.
El testigo invisible
Los médicos cristianos necesitan orar: velar en oración. Ante
ellos se abre una puerta a muchas tentaciones, y necesitan estar
despiertos a un sentido agudo de que hay Uno que vela a su lado, tan
ciertamente como Uno velaba en aquella sacrílega fiesta de Belsasar,
cuando los hombres honraban a los dioses de plata y oro y bebían en
los vasos sagrados del templo de Dios. Cuando los hombres toman
el honor para ellos mismos, deshonran a Dios.
Siempre que alguien induce a los seres humanos, por una acción,
a olvidarse de Dios o a menospreciar las claras directrices de su
Palabra, el Testigo invisible testifica, como en la escritura sobre
la pared del palacio, “pesado has sido en balanza, y fuiste hallado
falto”.—
Manuscrito 17, 1890
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