Gozaos en el señor
El habla es un talento precioso. Debemos impartir las riquezas
de la gracia de Cristo—que él siempre está listo a otorgarnos—por
medio de palabras fieles y alentadoras. “Regocijaos en el Señor
siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” Si vigiláramos nuestras pa-
labras, de tal forma que nada sino lo amable se nos escapara de
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los labios, daríamos evidencia de que nos estamos preparando pa-
ra convertirnos en miembros de la familia celestial. En palabras y
acciones mostraríamos las alabanzas de Aquel que nos llamó de
las tinieblas a su luz admirable. ¡Oh, qué influencia reformadora
ejerceríamos si como pueblo valoráramos el peso del talento del
habla y su influencia sobre el alma humana!
Las reuniones sabáticas, la adoración matutina y vespertina en
el hogar y los servicios que se tienen en la capilla, deben ser todos
vitalizados por el Espíritu de Cristo. Todo miembro de la familia
del sanatorio debiera confesar a Cristo abiertamente y con alegría,
expresando el gozo, el consuelo y la esperanza que le llenan el
alma. Debe colocar a Cristo como el Principal entre diez mil, uno
que es todo amor, y presentarlo como el Dador de todo don bueno y
perfecto, en quien están centradas nuestras esperanzas de vida eterna.
Si hiciéramos esto, se dejaría de lado toda estrechez y tendríamos
en ejercicio el amor de Cristo. El gozo que experimentemos en este
amor será una bendición para los demás.
Profundo fervor y gozo
Se me indica decir a la familia del sanatorio: Que vuestras reunio-
nes sociales y todos vuestros servicios religiosos se caractericen por
un profundo fervor y un gozo que exprese el amor de Dios en el
alma. Tales convocaciones serán de provecho general; pues unirán
corazón a corazón. Que haya fervientes momentos de oración, pues
la oración fortalecerá la experiencia religiosa. Confesad a Cristo
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