Educad al enfermo
La primera tarea de un médico debe ser educar al enfermo y
al doliente en la conducta que debe mantener para prevenir la en-
fermedad. Se logra el mayor bien al tratar de iluminar la mente de
todos aquellos con quienes nos relacionamos al mostrarles la me-
jor forma de vivir para prevenir la enfermedad y el sufrimiento, las
constituciones quebrantadas y la muerte prematura. Pero los que
no quieren aceptar un trabajo que ponga a prueba sus facultades
físicas y mentales, preferirán recetar fármacos, que serán la base en
el organismo humano para un mal doblemente mayor que el que
pretenden aliviar.
Un médico que tiene el valor moral para poner en peligro su
reputación al iluminar el entendimiento por medio de hechos claros,
al mostrar la naturaleza de la enfermedad y cómo prevenirla y la
práctica peligrosa de recurrir a los fármacos, tendrá una tarea penosa,
pero vivirá y dejará vivir... Si es un reformador, hablará con claridad
de los falsos apetitos y de la funesta complacencia propia en la
vestimenta, en la comida y en la bebida, en tomar sobre sí una
gran cantidad de trabajo en un tiempo dado, lo cual genera una
influencia destructora sobre el temperamento y las facultades físicas
y mentales...
Los hábitos debidos y correctos practicados en forma inteligente
y perseverante, eliminarán la causa de la enfermedad y harán innece-
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sario el uso de medicamentos. Muchos avanzan paso a paso en sus
complacencias contra natura, lo cual a su vez les produce un estado
de cosas igualmente antinatural.
Estimulantes y narcóticos
Enfermedades de toda índole y tipo han aquejado a los seres
humanos por el uso de té, café, narcóticos, opio y tabaco. Estas com-
placencias dañinas deben cortarse; no sólo una, sino todas pues todas
son perjudiciales para las facultades físicas, mentales y morales, y
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