Obra en favor de los desechados
En la última parte de 1899 se despertó un gran interés a favor de
la clase pobre y desechada; una gran obra debe emprenderse para
levantar al caído y al degradado. Esta obra es buena en sí misma.
Siempre debemos tener el espíritu de Cristo, y hacer la misma clase
de trabajo que él llevó a cabo por la humanidad doliente. El Señor
tiene una obra que hacer en favor de los desechados. No hay duda de
que ése es el deber de algunos: trabajar entre ellos y tratar de salvar
las almas que están pereciendo. Esto tendrá su lugar en conexión
con la proclamación del mensaje del tercer ángel y la recepción de la
verdad bíblica. Pero hay peligro de recargar a todos con esta clase de
trabajo debido a la intensidad con que se lleva a cabo. Hay peligro
de inducir a ciertos hombres a concentrar sus energías en este trabajo
cuando Dios los ha llamado a otro.
El gran asunto de nuestro deber hacia la humanidad es serio, y
se necesita mucho de la gracia de Dios para decidir cómo obrar a
fin de alcanzar el mayor bien. No todos son llamados a empezar
su trabajo entre las clases más pobres. Dios no requiere que sus
obreros obtengan su educación profesional para que se dediquen
exclusivamente a estas clases.
La obra de Dios se manifiesta en una forma que establecerá
confianza en que la obra fue ordenada por él y que los principios co-
rrectos son el fundamento de toda acción. Pero he tenido instrucción
de parte de Dios de que hay peligro de planear para los desechados
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en una forma que guíe a movimientos espasmódicos y emocionales.
Éstos no producirán resultados realmente benéficos. Se animará a
ciertas personas a hacer una clase de trabajo que traerá el mínimo
resultado en fortalecer todas las partes de la obra por una acción
armoniosa.
La invitación del evangelio debe darse a los ricos y a los pobres,
a los de las clases altas y a los de las clases bajas, y debemos idear
medios para llevar la verdad a nuevos lugares y a toda clase de per-
sonas. El Señor nos ordena: “Vé por los caminos y por los vallados,
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