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Notas biográficas de Elena G. de White
derará con ternura. Su corazón de misericordia es tocado; su mano
está todavía extendida para salvar”.
El 12 de novimbre de 1902 escribió: “Está llegando el tiempo
cuando vendrá la gran crisis de la historia, cuando todo movimiento
en el gobierno de Dios será observado con intenso interés e inexpre-
sable aprensión. En rápida sucesión los juicios de Dios caerán uno
después de otro: fuego e inundación y terremotos, con guerra y derra-
mamiento de sangre. Algo grande y decisivo tendrá necesariamente
que ocurrir pronto”
En febrero 15 de 1904 leemos: “Cuando estuve la última vez en
Nueva York, fui llamada a presenciar de noche como se levantaban
los edificios, piso sobre piso, hacia el cielo. Estos edificios tenían
garantía contra el fuego y eran erigidos para glorificar a los propie-
tarios. Estas estructuras se levantaban más y más alto, y en ellas se
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usaba el material más costoso...
“Mientras subían estos altos edificios, los propietarios se regoci-
jaban, con un orgullo ambicioso, de que tenían dinero que invertir
en glorificar el yo... Mucho del dinero que era invertido había sido
obtenido por exacción, oprimiendo a los pobres. En los libros del
cielo se guarda un registro de toda transacción comercial. Allí se
registra todo trato injusto, toda acción fraudulenta. Viene el tiempo
cuando los hombres en su fraude y en su insolencia llegarán a un
punto que el Señor no les permitirá pasar, y ellos sabrán que hay un
límite a la tolerancia de Jehová.
“La escena que en seguida pasó delante de mí era de un fuego
alarmante. Los hombres miraban los edificios elevadísimos, pre-
tendidamente a prueba de fuego, y decían: ‘Están perfectamente
seguros’. Pero estos edificios eran consumidos como si estuvieran
hechos de resina. Las bombas de incendio no podían hacer nada para
detener la destrucción. Los bomberos eran incapaces de hacerlas
funcionar. Se me ha instruido en el sentido de que, cuando venga el
tiempo del Señor, si no ha ocurrido un cambio en los corazones de
los hombres orgullosos y de los ambiciosos seres humanos, hallarán
que la mano que ha sido poderosa para salvar será poderosa para
destruir. Ningún poder terrenal es capaz de detener la mano de Dios.
Estos y otros diversos extractos de naturaleza similar fueron publicados en un
artículo de la Sra. White aparecido en la
Review and Herald, 5 de julio de 1906
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