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Obreros Evangélicos
su misión y obra. Paso a paso llevaba a sus oyentes hacia adelante, y
les demostraba la importancia de honrar la ley de Dios. Rendía el
debido honor a la ley ceremonial, demostrando que Cristo era quien
había instituído la dispensación judaica y el servicio de sacrificios.
Luego los traía hasta el primer advenimiento del Redentor, y les
demostraba que en la vida y muerte de Cristo se había cumplido
toda especificación del servicio de sacrificios.
Al hablar a los gentiles, Pablo ensalzaba a Cristo, presentándoles
luego las imposiciones vigentes de la ley. Demostraba cómo la luz
reflejada por la cruz del Calvario daba significado y gloria a toda la
dispensación judaica.
Así variaba el apóstol su manera de trabajar, y adaptaba el men-
saje a las circunstancias en que se veía colocado. Después de trabajar
pacientemente, obtenía gran éxito; aunque eran muchos los que no
querían ser convencidos. Algunos hay hoy día que no serán conven-
cidos por ningún método de presentar la verdad; y el que trabaja para
Dios debe estudiar cuidadosamente los mejores métodos, a fin de
no despertar prejuicios ni espíritu combativo. En esto han fracasado
algunos. Siguiendo sus inclinaciones naturales, cerraron puertas por
las cuales podrían, con un diferente método de obrar, haber hallado
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acceso a ciertos corazones, y por éstos a otros.
Los obreros de Dios deben ser hombres de muchas fases; es
decir, deben tener amplitud de carácter. No han de ser hombres de
una sola idea, estereotipados en su manera de trabajar, incapaces de
ver que su defensa de la verdad debe variar según la clase de gente
entre la cual trabajan y las circunstancias a las cuales deben hacer
frente.
Al predicador le toca hacer una obra delicada al encarar el desvío,
la amargura y la oposición. Más que los demás, necesita él aquella
sabiduría que “primeramente es pura, después pacífica, modesta,
benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora,
no fingida.
Así como el rocío y la lluvia descienden suavemente
sobre las plantas agostadas, han de caer suavemente sus palabras
cuando proclama la verdad. Ha de ganar almas, no repelerlas. Ha de
procurar ser hábil cuando no haya reglas que rijan el caso.
Santiago 3:17
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