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Obreros Evangélicos
cuerpo. Si estas personas recibiesen la bendición de la salud, muchas
de ellas continuarían siguiendo el mismo curso de despreocupada
transgresión de las leyes divinas naturales y espirituales, razonan-
do que si Dios las sana en contestación a la oración, tienen plena
libertad para seguir sus prácticas malsanas y ceder sin restricción a
su apetito pervertido. Si Dios hiciese un milagro para devolverles la
salud, estimularía el pecado.
Es trabajo perdido enseñar a la gente a mirar a Dios como sanador
de sus dolencias, a menos que se le enseñe también a poner a un lado
sus prácticas malsanas. A fin de recibir su bendición en contestación
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a la oración, deben cesar de hacer mal y aprender a hacer bien. Su
ambiente debe ser higiénico, sus hábitos de vida, correctos. Deben
vivir en armonía con la ley de Dios, tanto natural como espiritual.
La confesión del pecado
A aquellos que deseen que se ore para que la salud les sea
devuelta, debe declarárseles sencillamente que la violación de la
ley de Dios, natural o espiritual, es pecado, y que a fin de recibir su
bendición, deben confesar y abandonar el pecado.
La Escritura nos ordena: “Confesaos vuestras faltas unos a otros,
y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos.
Al que pida que
se ore por él preséntense pensamientos como éstos: “No podemos
leer en el corazón, ni conocer los secretos de su vida. Estos son
conocidos únicamente por Vd. y por Dios. Si Vd. se arrepiente de
sus pecados, es deber suyo confesarlos.”
El pecado de carácter privado debe confesarse a Cristo, el único
mediador entre Dios y el hombre. Porque “si alguno hubiere pe-
cado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
Todo pecado es una ofensa contra Dios, y ha de ser confesado a él
por Cristo. Todo pecado abierto debe confesarse abiertamente. El
perjuicio causado a un semejante debe ser arreglado con el que fué
ofendido. Si cualquiera de los que buscan la salud se hizo culpable
de la maledicencia, si sembró la discordia en la familia, el vecindario
o la iglesia, y provocó desunión y disensión, si por alguna mala prác-
tica indujo a otros a pecar, debe confesar estas cosas delante de Dios,
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Santiago 5:16
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1 Juan 2:1
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