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El peligro de rechazar la luz
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Cada alma debe mirar a Dios con contrición y humildad, para
que él la guíe, conduzca y bendiga. No debemos confiar a otros la
obra de escudriñar las Escrituras en lugar nuestro. Con frecuencia,
algunos de nuestros hermanos dirigentes se han colocado del lado
equivocado; y si Dios mandase un mensaje y aguardase a que estos
hermanos más antiguos preparasen su progreso, nunca llegaría a la
gente. Estos hermanos se hallarán en tal posición hasta que lleguen
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a ser participantes de la naturaleza divina en un grado más extenso
de lo que han gozado en lo pasado.
La ceguera espiritual de muchos de nuestros hermanos causa
tristeza en el cielo. Nuestros predicadores más jóvenes, que ocupan
puestos menos importantes, deben hacer esfuerzos decididos para
ir a la luz, para cavar siempre más hondo el pozo en la mina de la
verdad.
La reprensión del Señor reposará sobre los que quieran obstruir
el camino a fin de que la gente no reciba luz más clara. Una gran
obra ha de ser hecha, y Dios ve que nuestros dirigentes necesitan
más luz, para unirse con los mensajeros que él envía a hacer la obra
que él se propone sea hecha. El Señor ha suscitado mensajeros, los
ha dotado de su Espíritu, y les ha dicho: “Clama a voz en cuello, no
te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su
rebelión, y a la casa de Jacob su pecado.
No corra nadie el riesgo
de interponerse entre el pueblo y el mensaje del cielo. Este mensaje
llegará a la gente; y si no hubiese voz entre los hombres para darlo,
las mismas piedras clamarían.
Invito a todo predicador a buscar al Señor, a hacer a un lado
el orgullo y la lucha por la supremacía, y a humillar su corazón
delante de Dios. Es la frialdad del corazón, la incredulidad de los
que debieran tener fe, lo que mantiene débiles a las iglesias.
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Isaías 58:1
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