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Obreros Evangélicos
palabra de verdad. Mas evita profanas y vanas parlerías; porque muy
adelante irán en la impiedad.
Los ministros de Cristo corren hoy el mismo peligro. Satanás
está constantemente trabajando para desviar la mente por conductos
erróneos, a fin de que la verdad pierda su fuerza sobre el corazón, y
a menos que los predicadores y los miembros practiquen la verdad y
sean santificados por ella darán lugar a que ocupen su mente espe-
culaciones relativas a cuestiones que no tienen ninguna importancia
vital. Esto conducirá a cavilaciones y disensiones; porque surgirán
incontables puntos de divergencia.
Hombres capaces han dedicado una vida de estudio y oración
a la obra de escudriñar las Escrituras, y sin embargo, hay muchas
porciones de la Biblia que no han sido exploradas completamen-
te. Algunos pasajes de la Escritura no serán nunca perfectamente
comprendidos hasta que, en la vida futura, Cristo los explique. Hay
misterios que han de permanecer ocultos, declaraciones que las men-
tes humanas no pueden hacer armonizar. Y el enemigo tratará de
despertar discusiones acerca de estos puntos, que sería mejor dejar
sin discutir.
Un obrero consagrado y espiritual evitará de presentar diferen-
cias teóricas de menor importancia, y dedicará sus energías a la
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proclamación de las grandes verdades decisivas que han de ser dadas
al mundo. Mostrará a la gente la obra de la redención, los manda-
mientos de Dios, la inminente venida de Cristo; y se verá que hay
en estos temas bastante alimento para el pensamiento.
En lo pasado, se me pidió mi opinión sobre muchas teorías
caprichosas que no eran esenciales. Algunos han sostenido la teoría
de que los creyentes deben orar con los ojos abiertos. Otros enseñan
que, porque los que servían antiguamente en cargos sagrados tenían
que quitarse las sandalias y lavarse los pies al entrar en el santuario,
los creyentes debieran ahora quitarse el calzado al entrar en la casa
de culto. Otros se refieren al sexto mandamiento, y declaran que ni
siquiera los insectos que atormentan a los seres humanos debieran
matarse. Y algunos han presentado la teoría de que los redimidos no
tendrán canas—como si todo eso tuviese importancia.
2 Timoteo 2:15, 16
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