Página 403 - Obreros Evang

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La debida remuneración de los ministros
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país a otro. Así lo hace necesario el carácter de su obra. Pero estas
frecuentes mudanzas le ocasionan muchos gastos. Además, a fin de
ejercer una buena influencia, su esposa e hijos, y él mismo, deben
ser un adecuado ejemplo en sus ropas aseadas y convenientes. Su
apariencia personal, su alojamiento, lo que los rodea, todo debe
hablar en favor de la verdad que sostienen. Deben estar siempre
alegres y animosos, para proporcionar alegría a los que necesitan
ayuda. Están a menudo obligados a alojar a sus hermanos, y aunque
ello les proporciona placer, también les causa gastos adicionales.
Es una terrible injusticia de parte de una comisión de sueldos
frustrar las esperanzas de un ministro digno que necesita cada cen-
tavo que fué inducido a esperar. El Señor declara: “Yo Jehová soy
amador del derecho, aborrecedor del latrocinio para holocausto.”
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El quiere que su pueblo revele un espíritu generoso en todo su trato
con sus semejantes. El principio que regía su mandato dado al anti-
guo Israel: “No pondrás bozal al buey que trilla,
es un principio
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que nunca debe ser descartado por quien tenga algo que ver con la
remuneración de aquellos que se han dedicado a hacer progresar la
causa de Dios en el mundo, y que consagran su fuerza a la obra de
elevar las mentes de los hombres de la contemplación de las cosas
terrenales a las celestiales. Dios ama a esos obreros, y quiere que los
hombres manifiesten respeto para con sus derechos.
El sistema de las ocho horas diarias de trabajo no halla cabida
en el programa del ministro de Dios. El debe mantenerse listo para
servir a cualquier hora. Debe sostener su vida y energía; porque
si se halla embotado y lánguido, no puede ejercer una influencia
salvadora. Si ocupa una posición de responsabilidad, debe estar
preparado para asistir a reuniones de junta y consejos, donde pasará
horas en una labor que cansa el cerebro y los nervios, haciendo
planes para el adelantamiento de la causa. El trabajo de esta clase
impone una pesada carga a la mente y al cuerpo.
El ministro que aprecia debidamente su servicio, se considera
como soldado de emergencia para Dios. Cuando, como Isaías, oye
la voz del Señor diciendo: “¿A quién enviaré, y quién nos irá?”
responde: “Heme aquí, envíame a mí.
No puede decir: Yo me
1 Corintios 9:9
; véase
Deuteronomio 25:4
.
Isaías 6:8
.