Oraciones respondidas
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que nos embargue la desconfianza, porque ello nos separaría de Dios.
Si nuestra fe vacila, no conseguiremos nada de él. Nuestra confianza
en Dios debe ser fuerte; y cuando más necesitamos su bendición,
ella caerá sobre nosotros como una lluvia.
Cuando los siervos de Dios oran por su Espíritu y bendición, a
veces les llegan inmediatamente; pero no siempre les son concedidos
entonces. En tales ocasiones, no desmayemos. Aférrese nuestra fe
de la promesa de que llegará. Confiemos plenamente en Dios, y a
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menudo esta bendición vendrá cuando más la necesitemos, y recibi-
remos inesperadamente ayuda de Dios cuando estemos presentando
la verdad a los incrédulos, y quedaremos habilitados para dar la
Palabra con claridad y poder.
El asunto me fue representado como el caso de los niños que
piden una bendición a sus padres terrenales que los aman. Piden
algo que el padre sabe les ha de perjudicar; pero el padre les da
cosas que serán buenas y sanas para ellos, en lugar de aquello que
deseaban. Vi que toda oración que es elevada con fe por un corazón
sincero, será oída y contestada por Dios, y que aquel que envió la
petición obtendrá la bendición cuando más la necesite, y a menudo
esta excederá sus expectativas. No se pierde una sola oración de
un verdadero santo, si es elevada con fe por un corazón sincero.—
Testimonios Selectos 3:16-18
.
Después de hecha la oración, si no obtenemos inmediatamente la
respuesta, no nos cansemos de esperar, ni nos volvamos inestables.
No vacilemos. Aferrémonos a la promesa: “Fiel es el que os ha
llamado; el cual también lo hará”.
1 Tesalonicenses 5:24
. Como
la viuda importuna, presentemos nuestros casos con firmeza de
propósito. ¿Es importante el objeto y de gran consecuencia para
nosotros? Por cierto que sí. Entonces, no vacilemos; porque tal
vez se pruebe nuestra fe. Si lo que deseamos es valioso, merece
un esfuerzo enérgico y fervoroso. Tenemos la promesa; velemos y
oremos. Seamos firmes, y la oración será contestada; porque, ¿no es
Dios quien ha formulado la promesa? Cuanto más nos cueste obtener
algo, tanto más lo apreciaremos cuando lo obtengamos. Se nos dice
claramente que si vacilamos, ni podemos pensar que recibiremos
algo del Señor. Se nos recomienda aquí que no nos cansemos, sino
que confiemos firmemente en la promesa. Si pedimos, él nos dará
liberalmente, sin zaherir.—
Testimonios para la Iglesia 2:119
.