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La Oración
Moisés intercedió por Israel
El pacto de Dios con su pueblo había sido anulado, y él declaró
a Moisés: “Ahora pues, déjame que se encienda mi furor en ellos, y
los consuma: y a ti yo te pondré sobre gran gente”.
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El pueblo de Israel, especialmente la “multitud mixta”, estaba
siempre dispuesto a rebelarse contra Dios. También murmuraban
contra Moisés y le afligían con su incredulidad y testarudez, por
lo cual iba a ser una obra laboriosa y aflictiva conducirlos hasta la
tierra prometida. Sus pecados ya les habían hecho perder el favor
de Dios, y la justicia exigía su destrucción. El Señor, por lo tanto,
dispuso destruirlos, y hacer de Moisés una nación poderosa.
“Ahora pues, déjame que se encienda mi furor en ellos, y los
consuma”, había dicho el Señor. Si Dios se había propuesto destruir
a Israel, ¿quién podía interceder por ellos? ¡Cuántos hubieran aban-
donado a los pecadores a su suerte! ¡Cuántos hubieran cambiado de
buena gana el trabajo, la carga y el sacrificio, compensados con in-
gratitud y murmuración, por una posición más cómoda y honorable,
cuando era Dios mismo el que ofrecía cambiar la situación!
Pero Moisés vio una base de esperanza donde solo aparecían
motivos de desaliento e ira. Las palabras de Dios: “Ahora pues, déja-
me”, las entendió, no como una prohibición, sino como un aliciente
a interceder; entendió que nada excepto sus oraciones podía salvar a
Israel, y que si él lo pedía, Dios perdonaría a su pueblo...
Mientras Moisés intercedía por Israel, perdió su timidez, mo-
vido por el profundo interés y amor que sentía hacia aquellos en
cuyo favor él había hecho tanto como instrumento en las manos
de Dios. El Señor escuchó sus súplicas, y otorgó lo que pedía tan
desinteresadamente. Examinó a su siervo; probó su fidelidad y su
amor hacia aquel pueblo ingrato, inclinado a errar, y Moisés soportó
noblemente la prueba. Su interés por Israel no provenía de motivos
egoístas. Apreciaba la prosperidad del pueblo escogido de Dios más
que su honor personal, más que el privilegio de llegar a ser el padre
de una nación poderosa. Dios se sintió complacido por la fidelidad
de Moisés, por su sencillez de corazón y su integridad; y le dio,
como a un fiel pastor, la gran misión de conducir a Israel a la tierra
prometida.—
Historia de los Patriarcas y Profetas, 328-330
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