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La Oración
consideraba un reproche merecido. “¿Hasta cuándo estarás ebria?
Digiere tu vino”.
1 Samuel 1:14
.
Ana había estado en comunión con Dios. Creía que su oración
había sido escuchada, y la paz de Cristo llenaba su corazón. Poseía
una naturaleza gentil y sensible, pero no se rindió a la pena ni a la
indignación ante la injusta acusación de hallarse ebria en la casa de
Dios. Con la reverencia debida al ungido del Señor, calmadamente
repelió la acusación y declaró la causa de su emoción. “No, señor
mío; yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni
sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas
a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis
congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora”. Convencido de
que su regaño había sido injusto, Elí respondió: “Ve en paz, y el
Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho”.
En su oración, Ana había hecho un voto que si su pedido le era
concedido, dedicaría su hijo al servicio de Dios. Ella dio a conocer
este voto a su esposo, y él lo confirmó con un acto solemne de
adoración antes de dejar Silo.
La oración de Ana fue contestada, y ella recibió el don por el
cual había rogado tan fervientemente. Cuando consideró la respuesta
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divina a su pedido, llamó a su hijo Samuel, “demandado de Dios”.—
The Signs of the Times, 27 de octubre de 1881
.
Elías
Entre las montañas de Galaad, al oriente del Jordán, moraba en
los días de Acab un hombre de fe y oración cuyo ministerio intrépido
estaba destinado a detener la rápida extensión de la apostasía en
Israel. Alejado de toda ciudad de renombre y sin ocupar un puesto
elevado en la vida, Elías el tisbita inició sin embargo su misión
confiando en el propósito que Dios tenía de preparar el camino
delante de él y darle abundante éxito. La palabra de fe y de poder
estaba en sus labios, y consagraba toda su vida a la obra de reforma.
La suya era la voz de quien clama en el desierto para reprender el
pecado y rechazar la marea del mal. Y aunque se presentó al pueblo
para reprender el pecado, su mensaje ofrecía el bálsamo de Galaad a
las almas enfermas de pecado que deseaban ser sanadas.