Página 157 - La Oraci

Basic HTML Version

Hombres y mujeres de oración
153
trono con peticiones, y persistid en ellas con firme fe. Las promesas
son seguras. Creed que vais a recibir lo que pidáis y lo recibiréis”.
Se me presentó entonces el caso de Elías, quien estaba sujeto a las
mismas pasiones que nosotros y oraba fervorosamente. Su fe soportó
la prueba. Siete veces oró al Señor y por fin vió la nubecilla. Vi que
habíamos dudado de las promesas seguras y ofendido al Salvador
con nuestra falta de fe. El ángel dijo: “Cíñete la armadura, y sobre
todo, toma el escudo de la fe que guardará tu corazón, tu misma vida,
de los dardos de fuego que lancen los malvados”. Si el enemigo logra
que los abatidos aparten sus ojos de Jesús, se miren a sí mismos
y fijen sus pensamientos en su indignidad en vez de fijarlos en los
[166]
méritos, el amor y la compasión de Jesús, los despojará del escudo
de la fe, logrará su objeto, y ellos quedarán expuestos a violentas
tentaciones. Por lo tanto, los débiles han de volver los ojos hacia
Jesús y creer en él. Entonces ejercitarán la fe.—
Primeros Escritos,
73
.
Los mensajeros de Dios deben pasar mucho tiempo con él, si
quieren tener éxito en su obra. Se cuenta lo siguiente acerca de una
anciana del Lancashire que estaba escuchando las razones que sus
vecinas daban para explicar el éxito de su pastor. Hablaban de sus
dones, de su modo de hablar, de sus modales. Pero ella dijo: “No;
yo les voy a decir en qué consiste todo. Vuestro pastor pasa mucho
tiempo con el Todopoderoso”.
Cuando los hombres sean tan consagrados como Elías y posean
la fe que él tenía, Dios se revelará como entonces. Cuando los
hombres eleven súplicas al Señor como Jacob, se volverán a ver
los resultados que se vieron entonces. Vendrá poder de Dios en
respuesta a la oración de fe.—
Obreros Evangélicos, 268, 269
.
La espectacular respuesta a la oración de Elías en el Monte
Carmelo
Recordando al pueblo la larga apostasía que había despertado
la ira de Jehová, Elías lo invitó a humillar su corazón y a retornar
al Dios de sus padres, a fin de que pudiese borrarse la maldición
que descansaba sobre la tierra. Luego, postrándose reverentemente
delante del Dios invisible, elevó las manos hacia el cielo y pronunció
una sencilla oración. Desde temprano por la mañana hasta el atar-