Página 199 - La Oraci

Basic HTML Version

La oración privada
195
vivir nuestras oraciones. Hemos de colaborar con Cristo en su obra.—
Testimonios para la Iglesia 7:227
.
La necesidad de orar y velar en todo momento y circunstancia
Su mal se inició cuando comenzó a descuidar la vigilancia y la
oración secreta. Luego sacrificó otros deberes religiosos, y así se
abrió la puerta para todos los pecados que siguieron. Cada cristiano
será asaltado por las seducciones del mundo, los clamores de la
naturaleza carnal, y las tentaciones directas de Satanás. Nadie está
seguro. Cualquiera que haya sido nuestra experiencia, por elevada
que sea nuestra posición, necesitamos velar y orar de continuo. De-
bemos ser dominados diariamente por el Espíritu de Dios o seremos
dominados por Satanás.—
Testimonios para la Iglesia 5:96
.
Cultivad la costumbre de conversar con el Salvador cuando estéis
solos, cuando andéis o estéis ocupados en vuestro trabajo cotidiano.
[215]
Elévese el corazón de continuo en silenciosa petición de ayuda, de
luz, de fuerza, de conocimiento. Sea cada respiración una oración.—
La Temperancia, 120
.
Siempre está abierta la vía de acceso al trono de Dios. No siem-
pre podemos orar de rodillas, pero nuestras peticiones silenciosas
pueden ascender constantemente hacia Dios a fin de solicitar poder
y dirección. Cuando seamos tentados, como lo seremos, podemos
correr hacia el lugar secreto del Altísimo. Sus brazos eternos nos
sostendrán.—
Consejos sobre la Salud, 359
.
Orad en vuestro gabinete; y al ir a vuestro trabajo cotidiano,
levantad a menudo vuestro corazón a Dios. De este modo anduvo
Enoc con Dios. Esas oraciones silenciosas llegan como precioso
incienso al trono de la gracia. Satanás no puede vencer a aquel cuyo
corazón está así apoyado en Dios. No hay tiempo o lugar en que
sea impropio orar a Dios. No hay nada que pueda impedirnos elevar
nuestro corazón en ferviente oración. En medio de las multitudes
y del afán de nuestros negocios, podemos ofrecer a Dios nuestras
peticiones e implorar la divina dirección, como lo hizo Nehemías
cuando hizo la petición delante del rey Artajerjes. En dondequiera
que estemos podemos estar en comunión con él. Debemos tener
abierta continuamente la puerta del corazón, e invitar siempre a Jesús