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La Oración
Importancia y necesidad de la oración privada
En la oración privada, todos tienen el privilegio de orar todo el
tiempo que deseen, y de ser tan explícitos como quieran. Pueden
orar por todos sus parientes y amigos. La cámara secreta es el lugar
donde se han de contar todas las dificultades, pruebas y tentaciones
particulares. La reunión para adorar a Dios en conjunto no es el
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lugar donde se hayan de revelar las cosas privadas del corazón.—
Testimonios para la Iglesia 2:512
.
En la devoción secreta nuestras oraciones no deben alcanzar sino
el oído de Dios, que siempre las escucha. Ningún oído curioso debe
asumir el peso de tales peticiones.
“Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento”. Tengamos un lugar
especial para la oración secreta. Debemos escoger, como lo hizo
Cristo, lugares selectos para comunicarnos con Dios. Muchas veces
necesitamos apartarnos en algún lugar, aunque sea humilde, donde
estemos a solas con Dios.
“Ora a tu Padre que está en secreto”. En el nombre de Jesús
podemos llegar a la presencia de Dios con la confianza de un niño.
No hace falta que algún hombre nos sirva de mediador. Por medio
de Jesús, podemos abrir nuestro corazón a Dios como a quien nos
conoce y nos ama.
En el lugar secreto de oración, donde ningún ojo puede ver ni
oído oír sino únicamente Dios, podemos expresar nuestros deseos y
anhelos más íntimos al Padre de compasión infinita; y en la tranqui-
lidad y el silencio del alma, esa voz que jamás deja de responder al
clamor de la necesidad humana, hablará a nuestro corazón.
“El Señor es muy misericordioso y compasivo”. Espera con
amor infatigable para oír las confesiones de los desviados del buen
camino y para aceptar su arrepentimiento. Busca en nosotros algu-
na expresión de gratitud, así como la madre busca una sonrisa de
reconocimiento de su niño amado. Quiere que sepamos con cuánto
fervor y ternura se conmueve su corazón por nosotros. Nos convida
a llevar nuestras pruebas a su simpatía, nuestras penas a su amor,
nuestras heridas a su poder curativo, nuestra debilidad a su fuerza,
nuestro vacío a su plenitud. Jamás dejó frustrado al que se allegó a
él. “Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron
avergonzados”.