Página 29 - La Oraci

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Dios nos invita a orar
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Ninguna cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan
pequeña que él no la note. No hay en nuestra experiencia ningún
pasaje tan oscuro que él no pueda leer, ni perplejidad tan grande que
él no pueda desenredar... Las relaciones entre Dios y cada una de
las almas son tan claras y plenas como si no hubiese otra alma por
la cual hubiera dado a su Hijo amado.—
El Camino a Cristo, 72, 73
(2003)
.
Un anticipo del cielo
Descansad completamente en las manos de Jesús. Contemplad
su gran amor, y mientras meditáis en su abnegación, su infinito sa-
[14]
crificio hecho en nuestro favor a fin de que creyéramos en él, vuestro
corazón se llenará de santo gozo, tranquila paz e indescriptible amor.
Mientras hablamos de Jesús, mientras lo invocamos en oración, se
fortalece nuestra confianza de que es nuestro Salvador personal y
amante, y su carácter aparecerá cada vez más hermoso... Podremos
disfrutar de ricos festines de amor, y al creer plenamente que somos
suyos por adopción, podremos gustar del cielo por anticipado. Es-
perad en el Señor con fe. Mientras oramos, él atrae nuestra alma y
nos hace sentir su precioso amor. Nos aproximamos a él, y podemos
mantener una dulce comunión con él. Vemos con claridad su ternura
y compasión, y el corazón se quebranta y enternece al contemplar el
amor que nos es dado. Ciertamente sentimos que hay un Cristo que
mora en el alma. Vivimos en él, y nos sentimos a gusto con Jesús.
Las promesas llenan el alma. Nuestra paz es como un río; ola tras
ola de gloria inundan el corazón, y, sin duda, cenamos con Jesús y él
con nosotros. Tenemos la sensación de que comprendemos el amor
de Dios y descansamos en su amor. Ningún lenguaje puede describir
esto; está más allá del conocimiento. Somos uno con Cristo; nues-
tra vida está escondida con Cristo en Dios. Sentimos la seguridad
de que cuando se manifieste Aquel que es nuestra vida, entonces
también seremos manifestados con él en gloria. Con profunda con-
fianza podemos llamar a Dios nuestro Padre.—
Comentario Bíblico
Adventista 3:1165, 1166
.