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La Oración
La oración refresca el alma
Nuestra vida ha de estar unida con la de Cristo; hemos de recibir
constantemente de él, participando de él, el pan vivo que descendió
del cielo, bebiendo de una fuente siempre fresca, que siempre ofrece
sus abundantes tesoros. Si mantenemos al Señor constantemente
delante de nosotros, permitiendo que nuestros corazones expresen el
agradecimiento y la alabanza a él debidos, tendremos una frescura
perdurable en nuestra vida religiosa. Nuestras oraciones tomarán
la forma de una conversación con Dios, como si habláramos con
un amigo. Él nos dirá personalmente sus misterios. A menudo nos
vendrá un dulce y gozoso sentimiento de la presencia de Jesús. A
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menudo nuestros corazones arderán dentro de nosotros mientras él
se acerque para ponerse en comunión con nosotros como lo hizo con
Enoc. Cuando esta es en verdad la experiencia del cristiano, se ven
en su vida una sencillez, una humildad, una mansedumbre y bondad
de corazón que muestran a todo aquel con quien se relacione que
ha estado con Jesús y aprendido de él.—
Palabras de Vida del Gran
Maestro, 99, 100
.
Un refugio siempre abierto
El camino hacia el trono de Dios siempre está abierto. No podéis
estar continuamente arrodillados en oración, pero vuestras peticiones
silenciosas pueden ascender constantemente a Dios en busca de
fuerza y dirección. Al ser tentados, podéis huir al lugar secreto del
Altísimo. Sus brazos eternos os rodearán.—
En Lugares Celestiales,
86
.
El secreto del poder espiritual
La oración es el aliento del alma. Es el secreto del poder espi-
ritual. No puede ser sustituida por ningún otro medio de gracia, y
conservar, sin embargo, la salud del alma. La oración pone al co-
razón en inmediato contacto con la Fuente de la vida, y fortalece
los tendones y músculos de la experiencia religiosa. Descuídese el
ejercicio de la oración, u órese espasmódicamente, de vez en cuan-
do, según parezca propio, y se perderá la relación con Dios. Las