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La Oración
Jacob confesó su indignidad: “Menor soy que todas las miseri-
cordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo”. Los
justos en su angustia se sentirán profundamente convencidos de su
falta de méritos, y con muchas lágrimas reconocerán su completa
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indignidad y, al igual que Jacob, se aferrarán de las promesas de
Dios por medio de Jesucristo, hechas precisamente para pecadores
tan dependientes, tan desamparados y tan arrepentidos.
El patriarca se aferró firmemente del ángel en su aflicción, y no
lo dejó partir. Mientras le suplicaba con lágrimas, este le recordó
sus errores pasados y trató de librarse de él, para probarlo. Así
también serán probados los justos en el día de su angustia, para que
manifiesten la fortaleza de su fe, su perseverancia e inconmovible
confianza en el poder de Dios para librarlos.
Jacob no quiso desistir. Sabía que Dios era misericordioso y
recurrió a su misericordia. Señaló su pasada tristeza por sus errores
y su arrepentimiento, e insistió en que se lo librara de las manos de
Esaú. Su oración importuna continuó toda la noche. Al recordar sus
errores pasados casi se desesperó. Pero sabía que tendría que recibir
ayuda de Dios, o si no, perecería. Se aferró fuertemente del ángel e
insistió en su pedido con clamores fervientes y angustiosos, hasta
que prevaleció. Así ocurrirá con los justos. Cuando recuerden los
acontecimientos de su vida pasada, sus esperanzas casi desapare-
cerán. Pero cuando comprendan que es un caso de vida o muerte,
clamarán fervorosamente a Dios y pedirán que tenga en cuenta su
tristeza pasada por sus pecados, y su humilde arrepentimiento, y
entonces invocarán su promesa: “¿O forzará alguien mi fortaleza?
Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo”.
Isaías 27:5
. Ofrecerán
entonces, de día y de noche, sus fervientes peticiones a Dios.—
La
Historia de la Redención, 99, 100
.
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