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Capítulo 32—La fe y la oració
La fe significa confiar en Dios, creer que nos ama y sabe me-
jor qué es lo que nos conviene. Por eso nos induce a escoger su
camino en lugar del nuestro. En vez de nuestra ignorancia, acep-
ta su sabiduría; en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en vez de
nuestra pecaminosidad, su justicia. Nuestra vida, nosotros mismos,
ya somos suyos; la fe reconoce su derecho de propiedad, y acepta
su bendición. La verdad, la justicia y la pureza han sido señaladas
como los secretos del éxito en la vida. Es la fe la que nos pone en
posesión de estos principios.
Todo buen impulso o aspiración es un don de Dios; la fe recibe
de Dios la única vida que puede producir desarrollo y eficiencia
verdaderos.
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Se debería explicar claramente cómo se puede ejercer fe. Toda
promesa de Dios tiene ciertas condiciones. Si estamos dispuestos a
hacer su voluntad, toda su fuerza nos pertenece. Cualquier don que
nos prometa se encuentra en la promesa misma. “La semilla es la
palabra de Dios”.
Lucas 8:11
. Tan ciertamente como se encuentra
la semilla del roble en la bellota, se encuentra el don de Dios en su
promesa. Si recibimos la promesa, recibimos el don.
La fe que nos capacita para recibir los dones de Dios, es en sí
misma un don del cual se imparte una porción a cada ser humano.
Aumenta a medida que se la usa para asimilar la Palabra de Dios. A
fin de fortalecer la fe debemos ponerla a menudo en contacto con la
Palabra.
Al estudiar la Biblia, el estudiante debería ser inducido a ver
el poder de la Palabra de Dios. En ocasión de la creación, “él dijo,
y fue hecho; él mandó, y existió”. Él “llama las cosas que no son,
como si fuesen” (
Salmos 33:9
), porque cuando las llama, entonces
existen.
¡Cuán a menudo los que confiaron en la Palabra de Dios, aunque
eran en sí mismos completamente impotentes, han resistido el poder
Este capítulo aparece en el libro
La Educación, 247-254
.
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