Página 39 - La Oraci

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Nuestra necesidad de la oración
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para que las puertas se nos abran.—
The Signs of the Times, 10 de
febrero de 1890
.
En el servicio del sacerdocio judío continuamente se nos recuer-
da el sacrificio y la intercesión de Cristo. Todos los que hoy acuden
a Cristo, deben recordar que los méritos de él son el incienso que se
mezcla con las oraciones de los que se arrepienten de sus pecados
y reciben perdón, misericordia y gracia. Nuestra necesidad de la
intercesión de Cristo es constante. Día tras día, mañana y tarde, el
corazón humilde necesita elevar oraciones que recibirán respuestas
de gracia, paz y gozo. “Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de
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él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen
su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis;
porque de tales sacrificios se agrada Dios”.—
Comentario Bíblico
Adventista 6:1078
.
Como los patriarcas de la antigüedad, los que profesan amar a
Dios deberían erigir un altar al Señor dondequiera que se establezcan.
Si alguna vez hubo un tiempo cuando todo hogar debería ser una
casa de oración, es ahora. Los padres y las madres deberían elevar
sus corazones a menudo hacia Dios para suplicar humildemente por
ellos mismos y por sus hijos. Que el padre, como sacerdote de la
familia, ponga sobre el altar de Dios el sacrificio de la mañana y
de la noche, mientras la esposa y los niños se le unen en oración y
alabanza. Jesús se complace en morar en un hogar tal.
De todo hogar cristiano debería irradiar una santa luz. El amor
debe expresarse en hechos. Debe manifestarse en todas las relaciones
del hogar y revelarse en una amabilidad atenta, en una suave y
desinteresada cortesía. Hay hogares donde se pone en práctica este
principio, hogares donde se adora a Dios, y donde reina el amor
verdadero. De estos hogares, de mañana y de noche, la oración
asciende hacia Dios como un dulce incienso, y las misericordias y
las bendiciones de Dios descienden sobre los suplicantes como el
rocío de la mañana.—
Historia de los Patriarcas y Profetas, 140
.
Al seguir a Cristo, mirando al Autor y Consumador de su fe,
sentirá que está obrando bajo su mirada, que está bajo la influencia
de su presencia, y que él conoce los secretos de su corazón. A cada
paso, humildemente inquirirá: ¿Complacerá esto a Jesús? ¿Glori-
ficará a Dios? Cada mañana y cada tarde sus oraciones fervientes
deberían ascender ante Dios suplicando su bendición y guía. La