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La Oración
Cuanto menos deseo sintamos, más debemos orar
Oremos mucho más cuanto menos sintamos la inclinación de te-
ner comunión con Jesús. Si así lo hacemos quebraremos las trampas
de Satanás, desaparecerán las nubes de oscuridad, y gozaremos de
la dulce presencia de Jesús.—
Exaltad a Jesús, 366
.
La oscuridad rodea a quienes olvidan la oración
Y si el Salvador de los hombres, el Hijo de Dios, sintió la nece-
sidad de orar, ¡cuánto más nosotros, débiles mortales, manchados
por el pecado, no debemos sentir la necesidad de orar con fervor y
constancia!
Nuestro Padre celestial está esperando para derramar sobre no-
sotros la plenitud de sus bendiciones. Es privilegio nuestro beber
abundantemente de la fuente de amor infinito. ¡Qué extraño que
oremos tan poco! Dios está pronto y dispuesto a oír la oración sin-
cera del más humilde de sus hijos y, sin embargo, hay de nuestra
parte mucha cavilación para presentar nuestras necesidades delante
de Dios. ¿Qué pueden pensar los ángeles del cielo de los pobres y
desvalidos seres humanos, que están sujetos a la tentación, cuando
el gran Dios lleno de infinito amor se compadece de ellos y está
pronto para darles más de lo que pueden pedir o pensar y que, sin
embargo, oran tan poco y tienen tan poca fe? Los ángeles se deleitan
en postrarse delante de Dios, se deleitan en estar cerca de él. Es su
mayor delicia estar en comunión con Dios; y con todo, los hijos
de los hombres, que tanto necesitan la ayuda que Dios solamente
puede dar, parecen satisfechos andando sin la luz del Espíritu ni la
compañía de su presencia.
Las tinieblas del malo cercan a aquellos que descuidan la oración.
Las tentaciones secretas del enemigo los incitan al pecado; y todo
porque no se valen del privilegio que Dios les ha concedido de la
bendita oración. ¿Por qué han de ser los hijos e hijas de Dios tan
remisos para orar, cuando la oración es la llave en la mano de la
fe para abrir el almacén del cielo, en donde están atesorados los
recursos infinitos de la Omnipotencia?—
El Camino a Cristo, 93, 94
.
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