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La oración victoriosa
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trono con peticiones, y persistid en ellas con firme fe. Las promesas
son seguras. Creed que vais a recibir lo que pidáis y lo recibiréis”.
Se me presentó entonces el caso de Elías, quien estaba sujeto a las
mismas pasiones que nosotros y oraba fervorosamente. Su fe soportó
la prueba. Siete veces oró al Señor y por fin vio la nubecilla. Vi que
habíamos dudado de las promesas seguras y ofendido al Salvador
con nuestra falta de fe. El ángel dijo: “Cíñete la armadura, y, sobre
todo, toma el escudo de la fe que guardará tu corazón, tu misma vida,
de los dardos de fuego que lancen los malvados”. Si el enemigo logra
que los abatidos aparten sus ojos de Jesús, se miren a sí mismos
y fijen sus pensamientos en su indignidad en vez de fijarlos en los
méritos, el amor y la compasión de Jesús, los despojará del escudo
de la fe, logrará su objeto, y ellos quedarán expuestos a violentas
tentaciones. Por lo tanto, los débiles han de volver los ojos hacia
Jesús y creer en él. Entonces ejercitarán la fe.—
Primeros Escritos,
73
.
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Oración y vigilancia constantes
Cuando con fervor e intensidad el creyente expresa una oración
a Dios (Jesucristo es el único nombre dado bajo el cielo por el cual
somos salvos), hay en esa misma intensidad y fervor un voto de Dios
que nos asegura que él está por contestar nuestra oración mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos. No solamente
debemos orar en el nombre de Cristo, sino por la inspiración y mo-
tivación del Espíritu Santo. Esto explica lo que significa el pasaje
que dice: “el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles”.
Romanos 8:26
. Las peticiones deben ofrecerse con fe
ferviente. Entonces llegarán al propiciatorio. Persistamos incansa-
blemente en la oración. Dios no dice: Orad una vez y os contestaré.
Su palabra es: Orad, sed constantes en la oración, creyendo que lo
que hayáis pedido, recibiréis; yo os contestaré.—
The Gospel Herald,
28 de mayo de 1902
.
Orar con fervor y sinceridad
Se necesita la oración: oración diligentísima, ferventísima, ago-
nizante; una oración como la que ofreció David cuando exclamó: