La oración victoriosa
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y encontrarán. Cuando Jesús haya quitado la carga del pecado que
quebranta el alma, experimentaréis la bendición de la paz de Cristo.—
Dios nos Cuida, 111
.
Orar sin cesar
En la obra de guardar el corazón, debemos ser constantes en la
oración y pedir ayuda al trono de la gracia incansablemente. Los
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que toman el nombre de Cristo debieran acudir a él con fervor y hu-
mildad, suplicando su ayuda. El Salvador nos ha dicho que debemos
orar sin cesar. El cristiano no puede asumir siempre la actitud de
la oración, pero sus pensamientos y deseos pueden dirigirse hacia
arriba. Si habláramos menos y orásemos más, la confianza en el yo
se desvanecería.—
Hijos e Hijas de Dios, 101
.
Sea cada respiración una plegaria
Muchos se ven abandonados en la tentación porque no han teni-
do la vista siempre fija en el Señor. Al permitir que nuestra comunión
con Dios se interrumpa, perdemos nuestra defensa. Ni aun todos
vuestros buenos propósitos e intenciones os capacitarán para resis-
tir al mal. Tenéis que ser hombres y mujeres de oración. Vuestras
peticiones no deben ser lánguidas, ocasionales, ni caprichosas, sino
ardientes, perseverantes y constantes. No siempre es necesario arro-
dillarse para orar. Cultivad la costumbre de conversar con el Salvador
cuando estéis solos, cuando andéis o estéis ocupados en vuestro tra-
bajo cotidiano. Elévese el corazón de continuo en silenciosa petición
de ayuda, de luz, de fuerza, de conocimiento. Sea cada respiración
una oración.—
El Ministerio de Curación, 408
.
Orar con fe y confianza
Orad, sí, orad, con fe y confianza inquebrantables. El ángel del
pacto, a saber, nuestro Señor Jesucristo, es el Mediador que asegura
la aceptación de las oraciones de sus creyentes.—
La Maravillosa
Gracia, 85
.
¿Por qué no oramos como quienes tienen una conciencia libre de
ofensa, y pueden allegarse al trono de gracia con humildad, aunque
con santa osadía, alzando manos santas sin ira ni duda? No nos