La oración victoriosa
93
y gloria del espectáculo.—
Primeros Escritos, 251, 252
.
El ejemplo de Cristo que oraba en todo momento
La fortaleza de Cristo provenía de la oración. Había tomado
sobre sí la humanidad, llevó nuestras enfermedades y se hizo pe-
cado por nosotros. Cristo se retiraba a los huertos o las montañas,
alejándose del mundo y todo lo demás. Estaba a solas con su Padre.
Con fervor intenso, derramaba sus súplicas, y ponía todo el poder
de su alma en aferrarse de la mano del Infinito. Cuando enfrentaba
pruebas nuevas y mayores, se alejaba, buscando la soledad de las
montañas, y pasaba la noche entera en oración a su Padre celestial.
Siendo Cristo nuestro ejemplo en todas las cosas, si imitamos su
ejemplo de oración ferviente e insistente al Dios que da poder, en
el nombre de quién nunca se rindió ante las tentaciones de Satanás,
para poder resistir las asechanzas del enemigo astuto, nunca seremos
vencidos por él.—
The Youth’s Instructor, 1 de abril de 1873
.
El esfuerzo perseverante y la oración nos preparan para los
deberes diarios
No será vana la petición de los que buscan a Dios en secreto,
confiándole sus necesidades y pidiéndole ayuda. “Tu Padre que ve
en lo secreto te recompensará en público”. Si nos asociamos diaria-
mente con Cristo, sentiremos en nuestro derredor los poderes de un
mundo invisible; y mirando a Cristo, nos asemejaremos a él. Con-
templándolo, seremos transformados. Nuestro carácter se suavizará,
se refinará y ennoblecerá para el reino celestial. El resultado seguro
de nuestra comunión con Dios será un aumento de piedad, pureza y
celo. Oraremos con inteligencia cada vez mayor. Estamos recibien-
do una educación divina, la cual se revela en una vida diligente y
fervorosa.
El alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para
pedir ayuda, apoyo y poder, tendrá aspiraciones nobles, conceptos
claros de la verdad y del deber, propósito elevados, así como sed
y hambre insaciable de justicia. Al mantenernos en relación con
[97]
Dios, podremos derramar sobre las personas que nos rodean la luz,
la paz y la serenidad que imperan en nuestro corazón. La fuerza