Página 77 - Primeros Escritos (1962)

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El fin de los 2300 días
Vi un trono, y sobre él se sentaban el Padre y el Hijo. Me fijé en el
rostro de Jesús y admiré su hermosa persona. No pude contemplar la
persona del Padre, pues le cubría una nube de gloriosa luz. Pregunté
a Jesús si su Padre tenía forma como él. Dijo que la tenía, pero que
yo no podía contemplarla, porque, dijo: “Si llegases a contemplar
la gloria de su persona, dejarías de existir.” Delante del trono vi al
pueblo adventista—la iglesia y el mundo. Vi dos compañías, la una
postrada ante el trono, profundamente interesada, mientras que la
otra no manifestaba interés y permanecía de pie, indiferente. Los que
estaban postrados delante del trono elevaban sus oraciones a Dios y
miraban a Jesús; miraba él entonces a su Padre, y parecía interceder
para con él. Una luz se transmitía del Padre al Hijo y de éste a la
compañía que oraba. Entonces vi que una luz excesivamente brillante
procedía del Padre hacia el Hijo, y desde el Hijo ondeaba sobre el
pueblo que estaba delante del trono. Pero pocos recibían esta gran
luz. Muchos salían de debajo de ella y la resistían inmediatamente;
otros eran descuidados y no apreciaban la luz, y ésta se alejaba de
ellos. Algunos la apreciaban, y se acercaban para postrarse con la
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pequeña compañía que oraba. Esta recibía la luz y se regocijaba en
ella, y sus rostros brillaban con su gloria.
Vi al Padre levantarse del trono
y en un carro de llamas entró
en el lugar santísimo, al interior del velo, y se sentó. Entonces Jesús
se levantó del trono, y la mayoría de los que estaban prosternados se
levantó con él. No vi un solo rayo de luz pasar de Jesús a la multitud
indiferente después que él se levantó, y esa multitud fué dejada en
perfectas tinieblas. Los que se levantaron cuando se levantó Jesús,
tenían los ojos fijos en él mientras se alejaba del trono y los conducía
un trecho. Alzó entonces su brazo derecho, y oímos su hermosa voz
decir: “Aguardad aquí; voy a mi Padre para recibir el reino; mantened
vuestras vestiduras inmaculadas, y dentro de poco volveré de las
bodas y os recibiré a mí mismo.”
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Véase la página 92.
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