Página 273 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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La ley dada a Israel
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pueblos; todos sus santos en tu mano: ellos también se llegaron a tus
pies: recibieron de tus dichos.”
Deuteronomio 33:2, 3
.
Jehová se reveló, no sólo en su tremenda majestad como juez
y legislador, sino también como compasivo guardián de su pueblo:
“Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa
de siervos.” Aquel a quien ya conocían como su guía y libertador,
quien los había sacado de Egipto, abriéndoles un camino en la mar,
derrotando a Faraón y a sus huestes, quien había demostrado que
estaba por sobre los dioses de Egipto, era el que ahora proclamaba
su ley.
La ley no se proclamó en esa ocasión para beneficio exclusivo
de los hebreos. Dios los honró haciéndolos guardianes y custodios
de su ley; pero habían de tenerla como un santo legado para todo el
mundo. Los preceptos del Decálogo se adaptan a toda la humanidad,
y se dieron para la instrucción y el gobierno de todos. Son diez
preceptos, breves, abarcantes, y autorizados, que incluyen los deberes
del hombre hacia Dios y hacia sus semejantes; y todos se basan en
el gran principio fundamental del amor. “Amarás al Señor tu Dios de
todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo
tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo.”
Lucas 10:27
;
véase también
Deuteronomio 6:4, 5
;
Levítico 19:18
. En los diez
mandamientos estos principos se expresan en detalle, y se presentan
en forma aplicable a la condición y circunstancias del hombre.
[313]
“No tendrás otros dioses delante de mí.
Jehová, el eterno, el que posee existencia propia, el no creado,
el que es la fuente de todo y el que lo sustenta todo, es el único que
tiene derecho a la veneración y adoración supremas. Se prohibe al
hombre dar a cualquier otro objeto el primer lugar en sus afectos o en
su servicio. Cualquier cosa que nos atraiga y que tienda a disminuir
nuestro amor a Dios, o que impida que le rindamos el debido servicio
es para nosotros un dios.
“No harás para ti imagen de escultura, ni figura alguna de las
cosas que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni de las que
hay en las aguas debajo de la tierra. No las adorarás ni rendirás
culto.”
El Decálogo se transcribe de la versión de Torres Amat.