Página 723 - Historia de los Patriarcas y Profetas (1954)

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Apéndice
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que fuiste siervo en Egipto, y de allí te rescató Jehová tu Dios; por
tanto, yo te mando que hagas esto.”
Nota 5. Pág. 278. Algunos extractos de la obra
Filosofía del Plan
de Salvación
demuestran que las plagas tenían por objeto destruir la
confianza de los egipcios en el poder y la protección de sus ídolos:
[822]
“El primer milagro, al paso que probaba la autenticidad de la
misión de Moisés, destruía las serpientes, que eran entre los egipcios
objeto de adoración, y dejaba así patente desde el principio que sus
dioses no podían ayudar al pueblo ni tampoco salvarse a sí mismos.
“El segundo milagro iba dirigido contra el río Nilo, el cual era
otro objeto de veneración religiosa para los egipcios. Tenían este río
por santo, como los hindúes consideran el Ganges; y hasta veneraban
los peces de sus aguas como dignos de adoración. Bebían el agua
con reverencia y deleite, y creían que había en sus ondas una fuerza
divina que curaba las enfermedades del cuerpo. El agua de este
objeto de su homenaje idólatra se transformó en sangre; los animales
que contenía y que los egipcios adoraban se convirtieron en una masa
de podredumbre.
“El tercer milagro estaba destinado a alcanzar el mismo fin:
destruir la fe en el río como objeto de adoración. Se hizo producir
por las aguas del Nilo una inmensa cantidad de ranas que infestaron
toda la tierra y molestaron mucho al pueblo. De modo que por el
poder del Dios verdadero su ídolo fué contaminado y transformado
en una fuente de peligro para los moradores.
“Por el cuarto milagro de una serie cuya fuerza y severidad iban
en aumento, vinieron piojos sobre los hombres y las bestias por toda
la tierra. ‘Ahora bien—dice Gleig,—si se recuerda que nadie podía
acercarse a los altares de Egipto en caso de llevar sobre sí un insecto
tan impuro, y si los sacerdotes, para resguardarse contra el más leve
riesgo de contaminación, llevaban solamente vestiduras de lino y se
rasuraban la cabeza y el cuerpo todos los días
se puede imaginar la
severidad de este castigo milagroso impuesto a la idolatría egipcia.
Mientras duró, ningún acto de adoración pudo llevarse a cabo, y
fué tan grave que los magos mismos exclamaron: ‘Dedo de Dios es
éste.’
Cada tercer día, según Herodoto.