Página 186 - Profetas y Reyes (1957)

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Capítulo 23—El cautiverio asirio
Los años finales del malhadado reino de Israel se vieron señala-
dos por tanta violencia y derramamiento de sangre que no se había
conocido cosa semejante ni aun en los peores tiempos de lucha e
intranquilidad bajo la casa de Acab. Durante más de dos siglos los
gobernantes de las diez tribus habían estado sembrando vientos; y
ahora cosechaban torbellinos. Un rey tras otro perecía asesinado
para que otros ambiciosos reinasen. El Señor declaró acerca de estos
usurpadores impíos: “Ellos hicieron reyes, mas no por mí; constitu-
yeron príncipes, mas yo no lo supe.”
Oseas 8:4
. Todo principio de
justicia era desechado y los que debieran haberse destacado delante
de las naciones de la tierra como depositarios de la gracia divina
“contra Jehová prevaricaron” (
Oseas 5:7
) y unos contra otros.
Mediante las reprensiones más severas, Dios procuró despertar
a la nación impenitente y hacerle comprender su inminente peligro
de ser destruida por completo. Mediante Oseas y Amós envió un
mensaje tras otro a las diez tribus, para instarlas a arrepentirse ple-
namente y para amenazarlas con el desastre que resultaría de sus
continuas transgresiones. Declaró Oseas: “Habéis arado impiedad,
segasteis iniquidad: comeréis fruto de mentira: porque confiaste en
tu camino, en la multitud de tus fuertes. Por tanto, en tus pueblos
se levantará alboroto, y todas tus fortalezas serán destruídas... En la
mañana será del todo cortado el rey de Israel.”
Oseas 10:13-15
.
Acerca de Efraí
testificó el profeta: “Comieron extraños su
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substancia, y él no lo supo; y aun vejez se ha esparcido por él, y él
no lo entendió.” “Israel desamparó el bien.” “Quebrantado en juicio,”
incapaz de discernir el resultado desastroso de su mala conducta, el
pueblo de las diez tribus quedaría pronto condenado a errar “entre
las gentes.”
Oseas 7:9; 8:3; 5:11; 9:17
.
Algunos de los caudillos de Israel tenían un agudo sentido de su
pérdida de prestigio, y deseaban recuperarlo. Pero en vez de apar-
El profeta Oseas se refirió a menudo a Efraín como símbolo de la nación apóstata,
porque esa tribu encabezaba la apostasía entre Israel.
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