Un signo de grandeza
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La caída de Pedro no fue instantánea, sino gradual. La confianza
propia lo indujo a creer que estaba salvado, y dio paso tras paso en
el camino descendente hasta que pudo negar a su Maestro. Nunca
podemos con seguridad poner la confianza en el yo, ni tampoco,
estando, como nos hallamos, fuera del cielo, hemos de sentir que nos
encontramos seguros contra la tentación. Nunca debe enseñarse a
los que aceptan al Salvador, aunque sean sinceros en su conversión,
a decir o sentir que están salvados. Eso es engañoso. Debe enseñarse
a todos a acariciar la esperanza y la fe; pero aun cuando nos entre-
gamos a Cristo y sabemos que él nos acepta, no estamos fuera del
alcance de la tentación. La Palabra de Dios declara: “Muchos serán
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limpios, y emblanquecidos, y purificados”
Sólo el que soporte la
prueba, “recibirá la corona de vida”
Los que aceptan a Cristo y dicen en su primera fe: “Soy salvo”,
están en peligro de confiar en sí mismos. Pierden de vista su propia
debilidad y constante necesidad de la fortaleza divina. No están pre-
parados para resistir los ardides de Satanás, y cuando son tentados,
muchos, como Pedro, caen en las profundidades del pecado. Se nos
amonesta: “El que piensa estar firme, mire no caiga”
Nuestra única
seguridad está en desconfiar constantemente de nosotros mismos y
confiar en Cristo.
Fue necesario que Pedro conociera sus propios defectos de ca-
rácter, y su necesidad del poder y la gracia de Cristo. El Señor no
podía librarlo de la prueba, pero sí podía salvarlo de la derrota. Si
Pedro hubiese estado dispuesto a recibir la amonestación de Cristo,
hubiera velado en oración. Habría caminado con temor y temblor
para que sus pies no tropezaran, y habría recibido la ayuda divina
para que Satanás no venciera.
Pedro cayó debido a su suficiencia propia; y fue restablecido
de nuevo debido a su arrepentimiento y humillación. Todo pecador
arrepentido puede encontrar estímulo en el relato de este caso. Pedro
no fue abandonado, aunque había pecado gravemente. Sobre su alma
se habían grabado las palabras de Cristo: “Yo he rogado por ti que
tu fe no falte”
En la amarga agonía de su remordimiento le dieron
esperanza esa oración y el recuerdo de la mirada de amor y piedad
de Cristo. Cristo se acordó de Pedro después de su resurrección y le
dio al ángel el mensaje para las mujeres: “Id, decid a sus discípulos
y a Pedro, que él va antes que vosotros a Galilea: allí le veréis”
El