Página 106 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

Basic HTML Version

102
Palabras de Vida del Gran Maestro
arrepentimiento de Pedro fue aceptado por el Salvador que perdona
los pecados.
Y la misma compasión que se prodigó para rescatar a Pedro,
[121]
se extiende a cada alma que ha caído bajo la tentación. La treta
especial de Satanás es inducir al hombre a pecar, y luego abandonarlo
impotente y temblando, temeroso de buscar el perdón. Pero, ¿por
qué hemos de temer, cuando Dios ha dicho: “Echen mano esos
enemigos de mi fortaleza, y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz
conmigo!”
Se ha hecho toda la provisión posible para nuestras
debilidades; se ofrece todo estímulo a los que van a Cristo.
Cristo ofreció su cuerpo quebrantado para comprar de nuevo la
herencia de Dios, a fin de dar al hombre otra oportunidad. “Por lo
cual puede también salvar eternamente a los que por él se allegan a
Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”
Cristo intercede
por la raza perdida mediante su vida inmaculada, su obediencia
y su muerte en la cruz del Calvario. Y ahora, no como un mero
suplicante, intercede por nosotros el Capitán de nuestra salvación,
sino como un Conquistador que reclama su victoria. Su ofrenda es
completa, y como Intercesor nuestro ejecuta la obra que él mismo se
señaló, sosteniendo delante de Dios el incensario que contiene sus
méritos inmaculados y las oraciones, las confesiones y las ofrendas
de agradecimiento de su pueblo. Ellas, perfumadas con la fragancia
de la justicia de Cristo, ascienden hasta Dios en olor suave. La
ofrenda se hace completamente aceptable, y el perdón cubre toda
transgresión.
Cristo se entregó a sí mismo para ser nuestro sustituto y nuestra
seguridad, y no descuida a nadie. El no podría ver a los seres huma-
nos expuestos a la ruina eterna sin derramar su alma hasta la muerte
en favor de ellos, y considerará con piedad y compasión a toda alma
que comprenda que no puede salvarse a sí misma. No mirará a nin-
gún suplicante tembloroso sin levantarlo. El que mediante su propia
expiación proveyó para el hombre un caudal infinito de poder moral,
no dejará de emplear ese poder en nuestro favor. Podemos llevar
[122]
nuestros pecados y tristezas a sus pies, pues él nos ama. Cada una de
sus miradas y palabras estimulan nuestra confianza. El conformará
y modelará nuestro carácter de acuerdo con su propia voluntad.