Página 119 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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La fuente del poder vencedor
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sentimiento de nuestra necesidad nos induce a orar con fervor, y
nuestro Padre celestial es movido por nuestras súplicas.
A menudo, los que sufren el oprobio o la persecución por causa
de su fe son tentados a pensar que Dios los ha olvidado. A la vista de
los hombres, se hallan entre la minoría. Según todas las apariencias
sus enemigos triunfan sobre ellos. Pero no violen ellos su conciencia.
Aquel que sufrió por ellos y llevó sus pesares y aflicciones, no los
ha olvidado.
Los hijos de Dios no son dejados solos e indefensos. La oración
mueve el brazo de la Omnipotencia. Por la oración, los hombres
“sojuzgaron reinos, obraron justicia, obtuvieron promesas, cerraron
las bocas de los leones, apagaron la violencia del fuego”—y llegamos
a saber lo que esto significa cuando oímos acerca de los mártires
que murieron por su fe—, “pusieron en fuga a ejércitos de gente
extranjera”
Si consagramos nuestra vida al servicio de Dios, nunca podre-
mos ser colocados en una situación para la cual Dios no haya hecho
provisión. Cualquiera sea nuestra situación, tenemos un Guía que
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dirige nuestro camino; cualesquiera sean nuestras perplejidades, te-
nemos un seguro Consejero; sea cual fuere nuestra pena, desamparo
o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros. Si en
nuestra ignorancia, damos pasos equivocados, Cristo no nos abando-
na. Su voz, clara y distinta, nos dice: “Yo soy el camino, y la verdad,
y la vida”
“El librará al menesteroso que clamare, y al afligido
que no tuviere quien le socorra”
El Señor declara que será honrado por aquellos que se acerquen
a él, que fielmente se ocupen en su servicio. “Tú le guardarás en
completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha
confiado”
El brazo de la Omnipotencia se extiende para conducir-
nos hacia adelante, siempre adelante. Avanza—dice el Señor—; te
enviaré ayuda. Porque pides por causa de la gloria de mi nombre,
lo recibirás. Seré honrado ante la vista de los que esperan ver tu
fracaso. Ellos verán cómo mi palabra triunfará gloriosamente. “Y
todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”
Clamen a Dios todos los que son afligidos o tratados injustamen-
te. Apartaos de aquellos cuyo corazón es como el acero, y haced
vuestras peticiones a vuestro Hacedor. Nunca es rechazado nadie
que acuda a él con corazón contrito. Ninguna oración sincera se