Página 176 - Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio (1993)

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Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio
y que debo esforzarme para actuar de acuerdo con esa convicción”.—
Carta 73, 1886
.
Frutos de un corazón no santificado
—Estimado hermano
Butler
Estoy perturbada en relación con el caso del pastor H. No me
escribe, y me siento profundamente apenada por él. A veces me
parece que el Señor nos está probando para ver si estamos actuando
fielmente respecto de la conducta pecaminosa de uno de nuestros
hombres honorables. Se aproxima el tiempo cuando la Asociación
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General tendrá que decidir si va a renovar o no sus credenciales.
Si la Asociación General las renueva, estaría virtualmente di-
ciendo: “Tenemos confianza en Ud. como un hombre a quien Dios
reconoce como su mensajero; uno a quien ha confiado la sagrada
responsabilidad de cuidar las ovejas de su dehesa; alguien que será
fiel en todo como pastor, un representante de Cristo”. Pero, ¿pode-
mos pensar así? ¿No hemos visto, acaso, las manifestaciones de un
corazón no santificado?
Un hombre hechizado
—La persistencia manifestada por el pas-
tor H en aceptar y reclamar como suya a la señora S—¿cómo puedo
llamarla?—, ¿es correcta? ¿Qué es? ¿Cómo puede llamarse a esto?
¿Es el pastor H alguien que ha despreciado la luz que se le ha dado
al no reparar en que su preferencia por la compañía de la señora S
y su intimidad con ella son pecaminosas a la luz de la Palabra de
Dios? ¿O aceptó el mensaje y está actuando de acuerdo con él?
A pesar de todo esto, he ido al pastor H con el testimonio que
Dios me dio, pero no se operó en él reforma alguna. Con su proceder
parece decir: “Voy a actuar como me plazca en este asunto; no hay
en él pecado”. Prometió, delante de Dios, hacer ciertas cosas, pero
rompió con la promesa formulada a los hermanos C. H. Jones, W. C.
White y a mí misma. Decididamente, sus sentimientos no cambia-
ron. Parece actuar como un hombre hechizado por los encantos del
maligno, que no tiene facultades sobre sus propias inclinaciones. A
pesar de toda la luz que ha recibido, no ha dado evidencias de una
convicción real, ni de conciencia de pecado; no ha habido arrepenti-
miento ni reforma. Algunos corazones han quedado penosamente
Esta carta fue enviada al presidente de la Asociación General, pastor George I.
Butler, pero Elena G. de White también le escribió directamente al pastor H, el ministro
culpable.