Página 133 - Testimonios para los Ministros (1979)

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Capítulo 5—Un llamamiento solemne a los
ministros
Exhortación a una norma más elevad
Petoskey, Míchigan,
20 de agosto de 1890
Queridos hermanos,
No puedo expresaros la carga y aflicción mental que he tenido
al haberme sido presentada la verdadera condición de la causa.
Hay hombres que trabajan en calidad de maestros de la verdad que
necesitan aprender sus primeras lecciones en la escuela de Cristo. El
poder convertidor de Dios debe llenar el corazón de los ministros,
o ellos deben buscar otra vocación. Si los embajadores de Cristo
comprendieran cuán solemne es la obra de presentar la verdad a la
gente, serían hombres serios y considerados, colaboradores de Dios.
Si tienen un verdadero sentido de la comisión que Cristo dio a sus
discípulos, con reverencia abrirán la Palabra de Dios y escucharán
la instrucción del Señor, pidiendo sabiduría del cielo para que, al
ponerse entre los vivos y los muertos, comprendan que deben rendir
cuenta a Dios de la obra que les ha sido encomendada.
Un ministro chistoso
¿Qué puede hacer un pastor sin Jesús? Nada, por cierto. De
manera que si es un hombre frívolo, chistoso, no está preparado
para desempeñar la tarea que el Señor le asignó. “Separados de
mí—dice Cristo—, nada podéis hacer”. Las palabras impertinentes
que salen de sus labios, las anécdotas frívolas, las palabras habladas
para producir risa, son todas condenadas por la Palabra de Dios, y
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están totalmente fuera de lugar en el púlpito sagrado.
Os digo claramente, hermanos, que a menos que los ministros
estén convertidos, nuestras iglesias serán enfermizas y estarán al
Los dos artículos que aparecen bajo este encabezamiento han sido tomados de
Special Testimonies to Ministers and Workers,
publicado en 1890.
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