Obreros dirigidos por Dios
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comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con
los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no
espera y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y pondrá
su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes”.
Considerad seriamente estas palabras. No diga nadie: “Esto no
me atañe; yo soy cristiano”. ¿Quién dice tal cosa, tú mismo o Aquel
que lee el corazón? Al mayordomo infiel se le habían confiado
solemnes responsabilidades; ante el mundo aparecía como un siervo
de Cristo; pero ¡oh! ¡cuán deplorable para él mismo, y para todos los
que están relacionados con él! ¡Es un mal siervo! Está poniendo en
peligro los bienes del Señor. Está enseñando a las almas a pisotear la
santa ley de Dios. Llama a Cristo “mi Señor”. Sin embargo, dice: “Mi
Señor tarda en venir”. No dice que Cristo no vendrá; no se mofa de la
idea de su segunda venida; pero le dice a la gente que su venida se ha
demorado. Está destruyendo en la mente de los demás la convicción
[238]
de que el Señor viene pronto. Su influencia induce a los hombres a
detenerse presuntuosa y descuidadamente. Dejan de vigilar y repiten
las palabras del vigía infiel; otros más se les unen; se contagian
del mal espíritu, y los hombres consolidan su mundanalidad y su
estupor. Su camino es descendente, no ascendente; no aguardan el
día del Señor ni apresuran su advenimiento. Las pasiones mundanas,
los pensamientos corruptos toman posesión de la mente.
El siervo malo golpea a sus consiervos que están tratando de
hacer la voluntad de su Señor. Come y bebe con los borrachos, con
los que, a pesar de su pretensión de cristianismo, tienen mente carnal.
Están opuestos a Cristo y a la obra que vino a realizar en nuestro
mundo, es a saber, vivir la ley de Dios en la humanidad y ser un
ejemplo para toda ella.
Cristo estaba rodeado por sus discípulos, y una vasta multitud
escuchaba sus palabras cuando dijo: “Mirad también por vosotros
mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y em-
briaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre
vosotros aquel día”. “Así que, el que piensa estar firme, mire que no
caiga”
[239]
[
Estudio adicional:
Testimonies for the Church 2:151, 340
;
Testimonies for the
Church 3:203, 210
;
Joyas de los Testimonios 1:387
;
Obreros Evangélicos, 333-338,
110-113
]