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La Temperancia
para los cargos en nuestra ciudad en lugar de que por su silencio
corran el riesgo de que en los cargos sean puestos hombres intempe-
rantes. El hermano Hewett habla de su experiencia reciente y está
persuadido de que es correcto que emita su voto. El hermano Hart
habla a favor. El hermano Lyon se opone. Nadie más pone reparos
al asunto del voto, pero el hermano Kellogg empieza a sentir que es
correcto. Entre los hermanos hay sentimientos gratos. Ojalá todos
puedan proceder en el temor de Dios.
“Hombres intemperantes han estado hoy en la oficina expre-
sando adulonamente su aprobación a la negativa de votar de los
observadores del sábado, como también su esperanza de que se han
de mantener firmes en su posición y al igual que los cuáqueros, no
emitirán su voto. Satanás y sus ángeles malignos están ocupados
en este tiempo, y él tiene obreros sobre la tierra. Ojalá Satanás sea
chasqueado, es mi oración” (Diario de E. G. de White, domingo 6
de marzo de 1859).
La lección de antiguos reinos
—La prosperidad de una nación
depende de la virtud e inteligencia de sus ciudadanos. Para conseguir
estas bendiciones, son indispensables hábitos de estricta temperan-
cia. La historia de los reinos antiguos está llena de lecciones amo-
nestadoras para nosotros. El lujo
la complacencia de los sentidos
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y la disipación prepararon su caída. Resta ver si nuestra república
recibirá la advertencia de su ejemplo, y evitará su suerte.—
The Re-
view and Herald, noviembre 8 de 1881
;
Obreros Evangélicos, 402,
403
.
Nota
—En el congreso celebrado en Des Moines, Iowa, a comienzos del verano de
1881, se presentó a los delegados la siguiente resolución, que decía:
“Acordado, que expresemos profundo interés en el movimiento pro temperancia actual-
mente en marcha en este estado, y que instruyamos a todos nuestros ministros a que
empleen su influencia entre nuestras iglesias y con la gente en general para inducirla a
emprender todo esfuerzo consecuente, mediante la labor personal y en la urna electoral,
en favor de la enmienda prohibitoria de la Constitución, que los amigos de la temperancia
están tratando de conseguir”.
The Review and Herald, 5 de julio de 1881
.
Pero algunos objetaron la cláusula que llamaba a la acción “en la urna electoral” y solici-
taron que se suprimiera. La Sra. de White, que asistía a ese congreso, se había retirado,
pero se le requirió que diese su consejo.
Escribiendo del asunto en ese tiempo, dice: “Me vestí y me enteré que debía hablar sobre
si nuestro pueblo debía votar por la prohibición. Les dije ‘Sí’, y hablé durante veinte
minutos”.
Carta 6, 1881
.