La escuela y el maestro
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humano: cerebro, huesos y músculos, cabeza y corazón. Nadie está
preparado para el ministerio si no entiende cómo hacer esto.—
Carta
103, 1897
.
Los maestros cooperan en la recreación
Veo algunas cosas aquí en Suiz
que creo que son dignas de
imitar. Los maestros de las escuelas a menudo salen con sus alum-
nos mientras están jugando y les enseñan cómo recrearse, y están
cerca para reprimir cualquier desorden o faltas. A veces sacan a
sus alumnos y tienen una larga caminata con ellos. Me gusta esto;
pienso que hay menos oportunidades para que los niños cedan a las
tentaciones. Los maestros parecen participar de los deportes de los
niños y regularlos.
No puedo de ninguna manera aprobar la idea de que los niños
deben sentir que están bajo una continua desconfianza y no pueden
actuar como niños. Pero únanse los maestros en los entretenimientos
de los niños, sean uno de ellos, y muestren que desean verlos felices,
y eso les dará confianza a los niños. Pueden ser controlados por
el amor, pero no se logrará si los siguen en sus comidas y en sus
entretenimientos con una severidad agria e inflexible.—
Testimonies
for the Church 5:653 (1889)
.
Muestre que confía en los alumnos
El educador sabio, al tratar con sus alumnos, procurará estimular
la confianza y fortalecer el sentido del honor. La confianza que se
tiene en los jóvenes y niños los beneficia. Muchos, hasta entre los
pequeños, tienen un elevado concepto del honor; todos desean ser
tratados con confianza y respeto y tienen derecho a ello. No hay
que hacerlos sentir que no pueden salir o entrar sin que se los vigile.
La sospecha desmoraliza y produce los mismos males que trata
de impedir. En vez vigilar continuamente, como si sospecharan el
mal, los maestros que están en contacto con sus alumnos se darán
cuenta de las actividades de una mente inquieta y pondrán en juego
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influencias que contrarresten el mal. Hay que hacer sentir a los
Escrito mientras la autora visitaba Europa, 1885-1887