La naturaleza: un libro de leccione
Cristo enseñaba a sus discípulos junto al lago, sobre la ladera
de la montaña, en los campos y arboledas, donde pudieran mirar las
cosas de la naturaleza con las cuales ilustraba sus enseñanzas. Y
mientras aprendían de Cristo, usaban sus conocimientos al cooperar
con él en su obra.
De esta suerte, mediante la creación hemos de familiarizarnos
con el Creador. El libro de la naturaleza es un gran libro de texto,
que debemos usar conjuntamente con las Escrituras para enseñar
a los demás acerca del carácter de Dios y para guiar a las ovejas
perdidas de vuelta al aprisco del Señor. Mientras se estudian las
obras de Dios, el Espíritu Santo imparte convicción a la mente. No
se trata de la convicción que producen los razonamientos lógicos;
y a menos que la mente haya llegado a estar demasiado oscurecida
para conocer a Dios, la vista demasiado anublada para verlo, el oído
demasiado embotado para oír su voz, se percibe un significado más
profundo, y las sublimes verdades espirituales de la Palabra escrita
quedan impresas en el corazón.
En estas lecciones que se obtienen directamente de la naturaleza
hay una sencillez y una pureza que las hace del más elevado valor.
Todos necesitan las enseñanzas que se han de sacar de esta fuente.
Por sí misma, la hermosura de la naturaleza lleva al alma lejos del
pecado y de las atracciones mundanas y la guía hacia la pureza,
la paz y Dios. Demasiado a menudo las mentes de los estudiantes
están ocupadas por las teorías y especulaciones humanas, falsamente
llamadas ciencia y filosofía. Necesitan ponerse en íntimo contacto
con la naturaleza. Aprendan ellos que la creación y el cristianismo
tienen un solo Dios. Sean enseñados a ver la armonía de lo natural
con lo espiritual. Conviértase todo lo que ven sus ojos y tocan
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sus manos en una lección para la edificación del carácter. Así las
facultades mentales serán fortalecidas, desarrollado el carácter, y
ennoblecida la vida toda.
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Christ’s Object Lessons, 24-27 (1900)
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