La santidad y la salu
El sabio, hablando de la sabiduría, dice que “sus caminos son
caminos deleitosos, y todas sus veredas paz”.
Proverbios 3:17
. Mu-
chos creen que la devoción a Dios es perjudicial para la salud y para
una gozosa felicidad en las relaciones sociales de la vida. Pero los
que andan en los caminos de la sabiduría y la santidad encuentran
que “la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida
presente, y de la venidera”.
1 Timoteo 4:8
. Disfrutan activamente de
los placeres reales de la vida, a la vez que no son perturbados por va-
nos remordimientos por las horas malgastadas, ni por el abatimiento
ni el temor, como ocurre con la gente mundana con tanta frecuencia
cuando no es entretenida por alguna diversión interesante...
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La santidad no está en conflicto con las leyes de la salud, sino en
armonía con ellas. Si la gente hubiera obedecido la ley de los Diez
Mandamientos, si hubiera mantenido en sus vidas los principios
de estos diez preceptos, no existiría la maldición de la enfermedad
que ahora inunda al mundo. Los hombres pueden enseñar que las
diversiones vanas son necesarias para mantener la mente por enci-
ma de la desesperación. Puede ser que la mente en esa forma sea
momentáneamente distraída; pero después de la diversión viene la
tranquila reflexión. La conciencia despierta y hace oír su voz, que
dice: “No es ésta la forma de obtener salud o verdadera felicidad”.
Hay muchas diversiones que estimulan la mente, pero son se-
guidas por un estado de depresión. Hay otras formas de recreación
que son inocentes y saludables; pero el trabajo útil que permite el
ejercicio físico con frecuencia tendrá una influencia más benéfica
sobre la mente, mientras al mismo tiempo fortalecerá los músculos,
mejorará la circulación y resultará un instrumento poderoso en la
recuperación de la salud.
“¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días
para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar
engaño. Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela. Los
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The Signs of the Times, 23 de octubre de 1884
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