La invitación
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A medida que entramos por Jesús en el descanso, empezamos
aquí a disfrutar del cielo. Respondemos a su invitación: Venid,
aprended de mí, y al venir así comenzamos la vida eterna. El cielo
consiste en acercarse incesantemente a Dios por Cristo. Cuanto más
tiempo estemos en el cielo de la felicidad, tanto más de la gloria se
abrirá ante nosotros; y cuanto más conozcamos a Dios, tanto más
intensa será nuestra felicidad. A medida que andamos con Jesús
en esta vida, podemos estar llenos de su amor, satisfechos con su
presencia. Podemos recibir aquí todo lo que la naturaleza humana
puede soportar. Pero, ¿qué es esto comparado con lo que nos espera
más allá? Allí “están delante del trono de Dios, y le sirven día y
noche en su templo: y el que está sentado en el trono tenderá su
pabellón sobre ellos. No tendrán más hambre, ni sed, y el sol no
caerá más sobre ellos, ni otro ningún calor. Porque el Cordero que
está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes vivas
de aguas: y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos.
[300]
Isaías 53:6
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Salmos 147:4, 3
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Salmos 40:8 (VM)
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Juan 6:38
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Éxodo 33:13, 14
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Jeremías 6:16
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Isaías 48:18
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Isaías 26:3
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Apocalipsis 7:15-17
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