Página 19 - Hijas de Dios (2008)

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El señor llama a las mujeres a su servicio
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madre es también la verdadera maestra de sus hijos. Si con un co-
razón imbuido con el amor de Cristo ella enseña a los niños de su
clase infantil y ora con ellos y por ellos, los verá convertirse y unirse
al rebaño de Cristo. No recomiendo que la mujer busque posiciones
políticas o el voto
Sin embargo, como una misionera, al enseñar
la verdad por correspondencia, al distribuir material de lectura, o al
conversar con las familias y orar con las madres y sus hijos, puede
hacer mucho y llegar a ser una bendición.
El Señor de la viña está diciendo a muchas mujeres que no están
haciendo nada: “¿Por qué estáis todo el día ociosas?” Las mujeres
pueden ser instrumentos de justicia y rendir un servicio sagrado.
María fue la primera en anunciar a Jesús resucitado, y se necesita
la influencia refinadora y suavizante de las mujeres cristianas en la
gran obra de predicar la verdad para este tiempo. Si hubiera veinte
mujeres donde ahora hay solo una, que hicieran de la salvación
de las almas su más deseada tarea, veríamos muchos convertidos
a la verdad. Un servicio celoso y diligente en la causa de Dios
será plenamente exitoso y asombrará por los resultados. Esta obra,
que manifestará una real devoción a Dios, debe ser cumplida con
paciencia y perseverancia. Dios quiere ver hechos, no solo palabras.
La obra de Dios merece nuestros mayores esfuerzos. En cumpli-
miento del plan divino, el Hijo del hombre vino a buscar y salvar lo
que se había perdido. Les enseñó a los perdidos y errantes a quienes
había venido a salvar, y oró fervorosamente a su Padre en su favor.
Esta es la tarea a la que deberíamos consagrarnos. Si el Hijo de
Dios, el Creador de los mundos no consideró indigna esta tarea,
¿Acaso sus seguidores deberían considerarla demasiado humillante
o abnegada? De ninguna manera. No importa cuán altas sean las
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aspiraciones de una persona, no hay llamamiento más alto, más sa-
grado, y más ennoblecedor que ser un colaborador con el Hijo de
Dios.
A menudo estamos tan ocupados en nuestros propios intereses,
que nuestros corazones no ven las necesidades de la humanidad;
carecemos en cuanto a actos de solidaridad y benevolencia; en el
ministerio sagrado y social en favor del necesitado, el oprimido y el
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En los Estados Unidos de América, la mujer no tuvo derecho a votar sino hasta el
año 1920. Cuando esto fue escrito, ya existía un movimiento para cambiar la ley.
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