Página 61 - Hijas de Dios (2008)

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Mujeres notables del Nuevo Testamento
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trabajar por la humanidad. Lázaro queda libre, y está de pie ante la
congregación, no demacrado por la enfermedad, ni con miembros
débiles y temblorosos, sino como un hombre en la flor de la vida,
provisto de una noble virilidad. Sus ojos brillan de inteligencia y de
amor por su Salvador. Se arroja a los pies de Jesús para adorarlo.—
El
Deseado de Todas las Gentes, 493-494 (1898)
.
Muchos creyeron en Jesús por la resurrección de Lázaro. Había
sido el plan de Dios que Lázaro muriera y fuese sepultado antes de
que llegara Jesús. La resurrección de Lázaro fue el milagro capital
de Cristo y debido a ello muchos glorificaron a Dios.—
Manuscript
Releases 21:111 (1892)
.
* * * * *
Simó
había sido sanado de su lepra, y era esto lo que lo había
atraído a Jesús. Deseaba manifestar su gratitud, y en ocasión de
la última visita de Cristo a Betania ofreció un festín al Salvador
y sus discípulos [...]. A un lado del Salvador, estaba sentado a la
mesa Simón [...] y al otro lado Lázaro [...]. Marta servía, pero María
escuchaba fervientemente cada palabra que salía de los labios de
Jesús. En su misericordia, Jesús había perdonado sus pecados, había
llamado de la tumba a su amado hermano, y el corazón de María
estaba lleno de gratitud. Ella había oído hablar a Jesús de su próxima
muerte, y en su profundo amor y tristeza había anhelado honrarlo.
A costa de gran sacrificio personal, había adquirido un vaso de
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alabastro de “nardo puro, de mucho precio” para ungir su cuerpo.
Pero muchos declaraban ahora que él estaba a punto de ser coronado
rey. Su pena se convirtió en gozo y ansiaba ser la primera en honrar
al Señor. Quebrando el vaso de ungüento, derramó su contenido
sobre la cabeza y los pies de Jesús, y llorando postrada le humedecía
los pies con sus lágrimas y se los secaba con su larga y flotante
cabellera [...].
Judas consideró este acto con gran disgusto [...]. Dirigiéndose a
los discípulos, preguntó: “¿Por qué no fue este perfume vendido por
trescientos denarios, y dado a los pobres?” [...]. El murmullo circuyó
la mesa: “¿Para qué este desperdicio?” [...]. María oyó las palabras
de crítica [...]. Estaba por ausentarse sin ser elogiada o excusada,
[
Ver el Apéndice A. Simón era tío de María, y quien la había inducido al pecado.
]