“La luz de la vida”
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recibido la vista natural, sino que habían sido abiertos los ojos de
su entendimiento. Cristo había sido revelado a su alma, y le recibió
como el Enviado de Dios.
Había un grupo de fariseos reunido cerca, y el verlos trajo a la
mente de Jesús el contraste que siempre se manifestaba en el efecto
de sus obras y palabras. Dijo: “Yo, para juicio he venido a este
mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, sean cegados.”
Cristo había venido para abrir los ojos ciegos, para dar luz a los
que moran en tinieblas. Había declarado ser la luz del mundo, y el
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milagro que acababa de realizar era un testimonio de su misión. El
pueblo que contempló al Salvador en su venida fué favorecido con
una manifestación más abundante de la presencia divina que la que
el mundo jamás había gozado antes. El conocimiento de Dios fué
revelado más perfectamente. Pero por esta misma revelación, los
hombres fueron juzgados. Su carácter fué probado, y determinado
su destino.
La manifestación del poder divino que le había dado al ciego
vista natural tanto como espiritual, había sumido a los fariseos en
tinieblas más profundas. Algunos de sus oyentes, al sentir que las pa-
labras de Cristo se aplicaban a ellos, preguntaron; “¿Somos nosotros
también ciegos?” Jesús respondió: “Si fuerais ciegos, no tuvierais
pecado.” Si Dios hubiese hecho imposible para vosotros ver la ver-
dad, vuestra ignorancia no implicaría culpa. “Mas ahora ... decís,
Vemos.” Os creéis capaces de ver, y rechazáis el único medio por el
cual podríais recibir la vista. A todos los que percibían su necesidad,
Jesús les proporcionaba ayuda infinita. Pero los fariseos no confesa-
ban necesidad alguna; rehusaban venir a Cristo, y por lo tanto fueron
dejados en una ceguedad de la cual ellos mismos eran culpables.
Jesús dijo: “Vuestro pecado permanece.”
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Juan 1:4, 5, 9
.
2 Pedro 1:19
.
2 Corintios 4:6
.
Juan 1:12, 18
.
Colosenses 2:3
;
Juan 1:4
.
Lucas 2:32
.
Isaías 49:6
.
Romanos 8:2
.
Santiago 2:12
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