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El Deseado de Todas las Gentes
Cristo contempló el mundo de todos los siglos desde la altura
del monte de las Olivas; y sus palabras se aplican a toda alma que
desprecia las súplicas de la misericordia divina. Oh, escarnecedor de
su amor, él se dirige hoy a ti. A ti, aun a ti, que debieras conocer las
cosas que pertenecen a tu paz. Cristo está derramando amargas lágri-
mas por ti, que no las tienes para ti mismo. Ya se está manifestando
en ti aquella fatal dureza de corazón que destruyó a los fariseos.
Y toda evidencia de la gracia de Dios, todo rayo de la luz divina,
enternece y subyuga el alma, o la confirma en una impenitencia sin
esperanza.
Cristo previó que Jerusalén permanecería empedernida e impeni-
tente; pero toda la culpa, todas las consecuencias de la misericordia
rechazada, pesaban sobre ella. Así también sucederá con toda alma
que está siguiendo la misma conducta. El Señor declara: “Te perdis-
te, oh Israel.
“Oye, tierra. He aquí yo traigo mal sobre este pueblo,
el fruto de sus pensamientos; porque no escucharon a mis palabras,
y aborrecieron mi ley.
[540]
Mateo 23:39
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Zacarías 12:10
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Lucas 9:56
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Miqueas 7:18
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Ezequiel 33:11
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Isaías 28:21
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Oseas 13:9
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Lucas 13:8, 9
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Oseas 13:9
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Jeremías 6:19
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