Página 658 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
satánica se apoderó del pueblo. El rugido de las voces era como el
de las fieras. La muchedumbre corrió hacia Jesús, gritando: ¡Es cul-
pable! ¡Matadle! De no haber sido por los soldados romanos, Jesús
no habría vivido para ser clavado en la cruz del Calvario. Habría
sido despedazado delante de sus jueces, si no hubiese intervenido la
autoridad romana y, por la fuerza de las armas, impedido la violencia
de la turba.
Los paganos se airaron al ver el trato brutal infligido a una perso-
na contra quien nada había sido probado. Los oficiales romanos de-
clararon que los judíos, al pronunciar sentencia contra Jesús, estaban
infringiendo las leyes del poder romano, y que hasta era contrario a
la ley judía condenar a un hombre a muerte por su propio testimonio.
Esta intervención introdujo cierta calma en los procedimientos; pero
en los dirigentes judíos habían muerto la vergüenza y la compasión.
Los sacerdotes y gobernantes se olvidaron de la dignidad de
su oficio, y ultrajaron al Hijo de Dios con epítetos obscenos. Le
escarnecieron acerca de su parentesco, y declararon que su aserto
de proclamarse el Mesías le hacía merecedor de la muerte más
ignominiosa. Los hombres más disolutos sometieron al Salvador
a ultrajes infames. Se le echó un viejo manto sobre la cabeza, y
sus perseguidores le herían en el rostro, diciendo: “Profetízanos tú,
Cristo, quién es el que te ha herido.” Cuando se le quitó el manto,
un pobre miserable le escupió en el rostro.
Los ángeles de Dios registraron fielmente toda mirada, palabra
y acto insultantes de los cuales fué objeto su amado General. Un
día, los hombres viles que escarnecieron y escupieron el rostro
sereno y pálido de Cristo, mirarán aquel rostro en su gloria, más
resplandeciente que el sol.
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Juan 7:51
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Juan 2:19, 21
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Isaías 53:7
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Mateo 10:32
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Levítico 10:6
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Éxodo 23:21
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Juan 19:30
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Marcos 14:30
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Lucas 22:31, 32
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Mateo 26:41
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